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Este trabajo sostiene que las revoluciones que ocurrieron en el mundo atlántico durante el siglo XVIII y principios del XIX fueron la culminación de un proceso que había comenzado siglos antes. Defiende además la idea de que Europa occidental desarrolló una cultura política común, basada en el pensamiento de las antiguas Grecia y Roma, cultura que emergió en la Edad Media y fue refinada por generaciones sucesivas de pensadores. Los teóricos neoescolásticos hispanos, que propusieron el principio de potestas populi (soberanía del pueblo), contribuyeron enormemente al desarrollo del gobierno representativo basado en la idea de soberanía popular. El autor también se ocupa de los levantamientos de los siglos XVI y XVII, desde la Rebelión de las Comunidades de Castilla, el movimiento independentista holandés, las guerras civiles inglesas y su revolución de 1688. Por último, analiza las revueltas conocidas como revoluciones atlánticas –la de las colonias inglesas en América, la francesa, la haitiana, las de las colonias españolas en América y la de la colonia portuguesa en América–, para concluir que, con excepción del levantamiento en Haití, todas fueron fundamentalmente transformaciones políticas.