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Respuesta:
Sobremesa de verano. Un sol implacable lo impregna todo. La única actividad posible parece ser extender una toalla sobre la hierba y tumbarse bajo la sombra de los álamos, a la orilla del río. La espalda se va pegando lentamente al suelo, igual que el agua se adhiere al cauce del río, y el tronco del álamo desciende hasta hundirse en la tierra. El libro, abierto para ser leído, descansa sobre la toalla, y una diminuta hormiga abandona la tierra bajo sus patas para avanzar por una de sus páginas.
La pesadez reinante podría atribuirse al sopor de la siesta, que indudablemente la potencia, pero su razón más poderosa es una realidad que estamos acostumbrados a obviar: la Tierra tira de nosotros. Constante, intensa e irremisiblemente. Basta con echar una ojeada a nuestro alrededor, independientemente del lugar donde nos encontremos, para encontrar ejemplos de su presencia y de los esfuerzos, generalmente inconscientes, que realizamos para contrarrestarla: pinzas para la ropa, clavos para fijar cuadros, estanterías para depositar libros, vasos para atrapar líquidos e incluso narices y orejas convertidas en soportes para gafas.
Explicación:
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