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EL METEORITO DE ORO
Había una vez dos hermanos extraterrestres que viajaban solos por el universo. Eran los últimos de su especie y buscaban un planeta habitado para vivir.
A pesar de estar solos, los dos hermanos nos se llevaban muy bien. El mayor era todo amor y se preocupaba mucho por su hermano pequeño. Este, sin embargo, estaba se pasaba el tiempo protestando por su mala suerte y evitando las tareas que el correspondían.
Un día en los radares de la nave espacial apareció el planeta Tierra.
-No podemos presentarnos en la Tierra sin un regalo -dijo el hermano mayor.
-A los humanos lo que más les gusta es el oro -dijo el pequeño-, pero yo no pienso ir a buscarlo.
-Iré yo -dijo el hermano mayor.
Para los extraterrestres el oro no valía nada, pero sabían cómo encontrarlo. Programaron su nave espacial y pusieron rumbo a lo desconocido.
En poco tiempo llegaron a un lugar lleno de meteoritos. La nave se quedó a una distancia prudencial para que no le alcanzara ninguno.
-Tendrás que ponerte el traje espacial volador y tener cuidado, hermano -dijo el hermano menor
Y eso hizo el hermano mayor, que en unos minutos ya estaba fuera de la nave, con un dispositivo en la mano que le guiaba hacia el oro.
Cuando por fin llegó al oro, lo que encontró fue un meteorito enorme, todo entero del metal que era tan precioso como los humanos.
El hermano mayor volvió a buscar ayuda. Pero su hermano pequeño se negó a acompañarle. Así que el mayor volvió solo con unas herramientas, a ver cuánto oro podía coger.
Pero en cuanto dio el primer golpe el meteorito se desplazó, golpeando a otro meteorito. Y esto golpeó al otro, y luego a otro.
El extraterrestre salió de allí lo más rápido que pudo. A duras penas consiguió llegar a la nave.
-¡Vámonos, rápido! -dijo el hermano mayor. Y se fueron de allí.
Cuando ya estaban a salvo, el hermano menor le dijo al mayor:
- Por tu culpa ya no podemos presentarnos en la Tierra.
El meteorito de oro- Podemos volver si quieres, pero esta vez puedes ir tú a por el oro, porque yo no pienso volver a mover un dedo por ti -dijo el mayor, muy serio-. Y, a partir de ahora, más te vale cambiar de actitud, porque separo los módulos de la nave y te quedas solo para siempre, que prefiero estar solo que mal acompañado.
El pequeño se quedó callado. Su hermano estaba realmente enfadado. Después de un rato le dijo:
-Lo siento, hermano. Volveremos y lo haremos juntos.
Los dos hermanos siguen buscando el modo de coger el oro del meteorito sin sufrir daños. Pero como ahora se entienden mejor no se sienten tan solos en el universo.
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