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En sus orígenes, la Unión Cívica Radical reconocía su razón de ser en la superación de los gobiernos personales y arbitrarios. Su
primer presidente, Leandro N. Alem, fue uno de los pocos que en los años 90 reivindicaba la necesidad de formar partidos políticos como
parte de la consolidación del gobierno representativo, y la carta orgánica de 1892 estableció que la organización debía ser impersonal y
tener un programa. A partir de allí, el radicalismo se consolidó como partido, aunque el liderazgo de Yrigoyen -que supuso la
identificación del radicalismo con la nación y con su líder, portador de un mandato histórico y apóstol de una causa-, y la renuncia a
sancionar un programa que aportara definiciones concretas frente a problemas puntuales tensionaron las premisas iniciales. Sin
embargo, las dos tradiciones de pensamiento, la de Alem y la de Yrigoyen, persistieron y formaron parte de la identidad radical. La causa
no anuló al partido.
Aunque, de hecho, el retorno a Alem estuvo en la base de la explicación de la primera ruptura de la UCR en 1923, que adquirió
carácter cismático y que se fundó en la imposición de la unanimidad y el incondicionalismo como reglas de la disciplina partidaria, la
ausencia de programa y una práctica de gobierno que avasallaba las instituciones, la nueva agrupación que surgió invocando el
impersonalismo internalizó también los liderazgos personalistas.
Los lencinistas mendocinos, los bloquistas de San Juan, los seguidores de Vera en Tucumán, los de Joaquín Castellanos en
Salta, los de Benjamín Villafañe en Jujuy, los principistas y los verdaderos riojanos, movimientos provinciales ya constituidos como tales,
después que Alvear asumió la presidencia, en 1922, formaron parte de esa ruptura que devino en un nuevo partido: el antipersonalismo.
Lo que los unificaba era el antiyrigoyenismo.
El lencinismo mendocino se constituyó como tendencia en los orígenes mismos del radicalismo. Cuando se produjo la división
de la Unión Cívica en 1891, Agustín Alvarez, el educador y publicista, presidió la UCR que contaba entre sus miembros a otros
intelectuales como Julián Barraquero, militares y clérigos. José Néstor Lencinas militaba en sus filas acaudillando al Club Cívico de los
Artesanos. Las disidencias entre ambos grupos estuvieron presentes desde el momento mismo de la constitución del partido y Alem
avaló a Lencinas1
. Este se identificaría con los años con la “causa” yrigoyenista consolidándose como el líder de los sectores populares.
Participó de la revolución radical de 1905 en Mendoza y presidió el comité provincial desde 1906. En 1918 su triunfo en las elecciones
de gobernador fue contundente. Falleció en 1920. A partir de allí, el lencinismo ocupó el gobierno provincial sin terminar ningún mandato.
Carlos W. Lencinas asumió el poder en 1922, fue intervenido en 1924 y en las elecciones de 1926 triunfó otro lencinista, el bodeguero
Alejandro Orfila, cuyo gobierno fue interrumpido en 1928 por una nueva intervención. Los Lencinas sostuvieron los postulados y
participaron del mismo estilo político del yrigoyenismo. Antepusieron la legislación social y los planteos igualitarios a la defensa de las
libertades y garantías individuales y descalificaron a sus adversarios basados en el derecho de las mayorías a gobernar. Y estos últimos –
dentro y fuera del radicalismo- los calificaron de demagogos que avasallaban las instituciones. La relación del lencinismo con el partido
siempre fue compleja. Cuando se produjo la división a nivel nacional, la cúpula partidaria decidió su adhesión al antipersonalismo sin
contar con el apoyo pleno de sus bases.
En San Juan, el radicalismo se dividió en 1918 cuando los hermanos Federico y Aldo Cantoni constituyeron la fracción
intransigente que en 1922 pasó a llamarse bloquismo. La provincia fue intervenida en octubre de 1919 y, al año siguiente, el radical
Amable Jones asumió el gobierno con el apoyo de Yrigoyen y la oposición de los intransigentes quienes a poco andar lo acusaron de
arrasar con el poder legislativo, sojuzgar a los jueces, suprimir los gobiernos municipales, avasallar a la prensa y perseguir a los