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Era invierno, hacía mucho frío y todos los caminos se hallaban helados. El asnito, que estaba cansado, no se encontraba con ánimos para caminar hasta el establo. iEa, aquí me quedo! -se dijo, de-jándose caer al suelo. Un aterido y hambriento gorrioncillo fue a posarse cerca de su oreja y le dijo: Asno, buen amigo, tenga cuidado; no estás en el camino, sino en un lago helado. Déjame, tengo sueño ! Y, con un largo bostezo, se quedó dormido. Poco a poco, el calor de su cuerpo comenzó a fundir el hielo hasta que, de pronto, se rompió con un gran chasquido. El asno despertó al caer al agua y empezó a pedir socorro, pero nadie pudo ayudarle, aunque el gorrión bien lo hubiera querido. La historia del asnito ahogado debería hacer reflexionar a muchos holgazanes. Porque la pereza suele traer estas consecuencias
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«Cuentan que las niñas Estrella y Luna querían hacerle un regalo especial a su madre y pensaron en qué es lo que podrían regalarle. A Luna, que era la mayor, se le ocurrió que podrían regalarle una flor, y Estrella, como era pequeñita, no entendía que tenía de especial una flor. Luna le explicó que no buscarían una flor cualquiera; buscarían una flor muy, muy especial, y muy bonita. Podrían aprovechar que su padre las llevaría a casa de su abuela Julia dentro de poco, y como ella sabía mucho de plantas y quiere mucho a su hija, las querría ayudar. Cuando llegaron le contaron lo que pensaban y la abuela les dijo que podían mirar por todo su jardín, que era enorme. Empezaron a buscar, pero no encontraron nada. Cuando volvieron a su casa hablaron con su padre, el las acompañó hasta la tienda de flores más grande del pueblo, pero tampoco encontraron nada. Después fueron al campo de su padre y al campo de su tío, donde había muchas flores, pero en ninguno encontraron lo que buscaban.
Cuando anocheció volvieron a casa agotadas y se quedaron dormidas. Al despertar, su padre les preguntó si seguirían buscando la flor, pero las niñas le contestaron que no, que ya se habían rendido.
Se fueron al escritorio a dibujar, y como habían estado los dos días anteriores pensando todo el tiempo en la flor que iban a regalar a su mamá, no se les ocurrió otra cosa más que dibujarla. Cuando mamá entró por la puerta para hablar con las niñas, se acercó y vio los dibujos encima de la mesa. Les preguntó por qué estaban tristes si habían hecho unas flores muy bonitas, y ellas le explicaron lo que ocurría. Señalando las flores que habían hecho les dijo que se habían equivocado, puesto que habían ido a buscar una flor especial sin saber que ya la tenían en el corazón y solo tenían que sacarla fuera».
Cogí los dibujos de mis dos hijas y les di un gran abrazo acompañado de un fuerte beso.
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