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La Iglesia Católica está conmocionada por la tercera gran ola de revelaciones sobre abusos sexuales de menores por parte de sacerdotes, después de las de 2002 y 2010.
El abuso sexual es siempre un crimen odioso, más aún cuando la víctima es menor de edad; y, si el abusador es sacerdote, el abuso sexual es especialmente abominable. El sacerdote abusador abusa también de su ministerio sagrado y de su posición de autoridad en la Iglesia. Los fieles católicos aplaudimos los esfuerzos justos para erradicar de nuestra Iglesia esa plaga tan sucia y dañina. La investigación más amplia del fenómeno de los abusos sexuales de menores por sacerdotes católicos es el John Jay Report de 2004, elaborado por un Colegio universitario de Justicia Criminal de Nueva York. Ese reporte de 291 páginas, disponible en Internet, analiza todas las denuncias no retiradas ni desmentidas de abuso sexual de menores por parte de sacerdotes católicos en los Estados Unidos en el período 1950-2002. El total de sacerdotes denunciados fue 4.392 (el 4% de los sacerdotes activos en esos años) y las denuncias correspondieron a 10.667 individuos.