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Desarrollo
Espléndida obra en la que se desarrollan, casi mejor que en ninguna otra, todas las investigaciones recientes de Salvador Dalí acerca de las leyes físicas y atómicas que estaban siendo formuladas entonces. Animados con una vida propia, cada uno de los objetos de este bodegón -quizás ésta sería una forma de resolver el paradójico título del cuadro- toma sus propias decisiones, se mueve a su antojo o permanece en estado de suspensión. El movimiento como fuerza aparece representado de diversas formas: como la estela de un cometa, el rastro del objeto en el espacio o como una imagen múltiple, como se aprecia en los dos fruteros. También utiliza un recurso sorprendente, la abstracción que supone una línea recta, bien perfilada que, quizás, recuerda a los vectores de fuerza que plasmaron los futuristas italianos en su arte antes de la Primera Guerra Mundial. Además, Dalí anticipa el pop-art en determinados elementos de juego como las pequeñas tiras de color que flotan en el aire y que no representan absolutamente nada. Los juegos ópticos se concentran en la mesa -a este respecto, es fantástico el conjunto de figuras estrelladas rojas- y en el mantel, donde de nuevo se rinde homenaje a la pintura del pasado. Frente al incesante movimiento del interior de la habitación, la mitad izquierda muestra un paisaje marino de gran calma, donde las olas están tan descritas que se podrían contar. Como sabemos, algo parecido le había comentado a mediados de los años 20 a su amigo el poeta Federico García Lorca. Esa obsesión por dominar la naturaleza a través de su arte le acompaña siempre; como demostración, en el lateral izquierdo del lienzo, una mano sujeta un pequeño cuerno de rinoceronte, reforzando la importancia de la geometría en todo el cuadro.
Explicación:copia lo mas importante que sea para ti si te parece mucho