Respuestas
En anterior y reciente artículo[1], presentamos una clasificación de nuestros países por el peso específico que tienen tres formas diferenciadas de burguesía en el bloque de poder oligárquico. Ellas son: la financiera trans-nacionalizada, la industrial y la burocrática. Insistíamos en la necesidad de que los trabajadores nos organicemos con independencia dentro de las corrientes democráticas y nacionalistas que están en pleno desarrollo en la región.
Es clara y evidente la función de la burguesía transnacional. Es cabeza de playa de los imperios pero – ahora –, con gordas y visibles acciones en los negocios del momento: la explotación agresiva de los recursos naturales de la región y la reprimarización de nuestras economías. Es una versión moderna de la oligarquía colonial de los siglos XVI, XVII y XVIII.
El papel de la burguesía industrial es igualmente visible. Se alía con los trabajadores y el pueblo en aquellos países en donde es fuerte. Trata de ser la Gran Burguesía a la cabeza de la Nación Latinoamericana. Si es consecuente – y pareciera que la brasileña y argentina están en esa vía –, los trabajadores podríamos avanzar. Se requiere tener clara la estrategia y el control sobre el proceso. De lo contrario, llevaríamos agua al molino de los “diablos capitalistas” disfrazados de “ángeles socialistas”. Ya ocurrió en la URSS, China y demás. Es comprobable, verificable.
Y aquí es donde entra a jugar la burguesía burocrática. Ésta ha tenido un peso sustancial y determinante en México, Colombia, Perú, Paraguay y toda Centroamérica, dado que su herencia colonial se soporta en su enorme control “estatal-burocrático” y en una “cultura cortesana”. Éste tipo de cultura se construyó con base en una actitud servil surgida del contubernio[2] entre las élites españolas y algunas cúpulas indígenas americanas “imperiales” (incas, aztecas, muiscas).