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Así, mientras la ciencia se centra en dar cuenta de la dimensión fáctica de la realidad, esto es, en decirnos cómo funciona la realidad en sus diferentes aspectos (físico, biológico, psíquico, social, etc.), la filosofía se ocupa del sentido, de la interpretación de esos datos que nos aportan las ciencias [34].
De. Pude que C. Snow, en Cambridge en 1959, pronunciara su influyente conferencia llamando la atención sobre la distancia entre lo que denominaba las “dos culturas”, las ciencias y las humanidades, y sobre la necesidad de superar esa brecha para promover un nuevo diálogo y alianza entre ellas, esa llamada no ha caído en el olvido. Al contrario, ha dado lugar a muy diversas propuestas sobre el modo de entender lo humano desde el diálogo entre todos los saberes: por un lado, las ciencias y las humanidades; y por otro la filosofía y la teología. El eco que tuvieron y siguen teniendo las ideas de Snow; así como la disparidad de propuestas que se han ido dando demuestran la densidad del problema y la dificultad de resolverlo. Por Carlos Beorlegui.
La relación entre ciencia y filosofía (humanismo), entre estas dos culturas, debería ir componiéndose dentro de un círculo virtuoso y en espiral, en el que la primera mirada sobre la realidad venga del lado de la ciencia, que constituye el primer acercamiento a la realidad pero no el último.
La filosofía, a su vez, tendría que acompañar y reflexionar sobre los datos que nos aportan las ciencias, evitando la tentación, en la que cayó en parte en épocas pasadas, de pensar que posee como sólo filosofía un atajo directo para acercarse al ser de la realidad, es decir, como una cierta mirada eidética que le permita prescindir de las mediaciones científicas.
De ahí que ciencias y humanidades están obligadas y llamadas a entenderse, siendo conscientes de que de tal entendimiento van a beneficiarse ambas, en la medida en que, como le indicaba el Papa Juan Pablo II al jesuita P. George Coyne, director del Observatorio Vaticano: “La ciencia puede purificar a la religión del error y de la superstición; la religión puede purificar a la ciencia de la idolatría y de falsos absolutos. Cada una puede traer a la otra hacia un mundo más amplio, en el que ambas pueden florecer”.