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- Secreto de amor!...--murmuró la Roubinet con la cara satisfecha de un niño que está comiendo dulces.
- no tienes otra mas dulce?
- Ella se mostraba siempre dulce y cariñosa, mas procurando encaminar la conversación hacia asuntos serios.
- Gabriel, mirando a su compañera, sentía el dulce egoísmo que experimenta el que vive cuando muere el poderoso.
- Basta, basta, Martita, no me pongas tanto dulce... Tú quieres, por lo visto, que pille una indigestión aquí en secreto... Está bien ese pavo: merece los honores que le he hecho... Échame un poquito de vino... Marta escanciaba y seguía contemplándole con sus grandes ojos serenos, por donde resbalaba una leve sonrisa de complacencia sensual.
- Así todos los nobles gentlemen del condado, y aun los que desde Londres perseguían a miss Anna con sus pretensiones, no habían perdido la esperanza, y la hacían una corte asidua mecidos por las más dulces esperanzas.
- ¡Ah, sí, la nueva esposa de Jesucristo sonreía, esperando el dulce premio de su sacrificio!
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Hay esta, espero te sirva
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