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Desde una constelación de poemas clave —“Caupolicán” (1888) de Rubén Darío, “Amor de ciudad grande” (1882) de José Martí y “En el campo” (1893) de Julián del Casal—, el análisis traza las diferencias en la articulación de una categoría fundante del siglo XIX latinoamericano en lo que va del romanticismo al modernismo. Si el concepto de “civilización” es el soporte del orden emergente que define roles sociales y nacionales en la nueva distribución global del XIX, su carácter intrínsecamente antinómico produce un racimo de oposiciones binarias —igualmente jerárquicas y valorativas— como cultura-naturaleza y ciudad-campo. Bajo estas condiciones, el romanticismo latinoamericano encontró en la nueva relación de la subjetividad con el entorno un camino para ensayar su estética, al re-culturizar el espacio natural para integrarlo al proceso de construcción de identidades nacionales. Desde las coordenadas de una fractura en esta tradición, los poemas del modernismo reconfiguran la antinomia entre naturaleza y cultura en una nueva inflexión que termina afectando los resortes de legitimación de un proyecto estético. En particular, nuestra hipótesis se aproxima al ritmo poético entendiéndolo como una fisura en la “ciudad letrada”, el elemento propulsor de una nueva institución literaria que —mientras transforma el paradigma opositivo civilización-barbarie, original-copia, local-universal— contribuye a deslindar la autoridad del poeta modernista respecto del modelo del letrado tradicional.
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