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Hoy día se sabe que los seres humanos somos iguales, porque tenemos las mismas necesidades: comer, dormir, respirar y muchas otras cosas que nos hacen iguales, como es la naturaleza del ser humano: nos duele, lloramos, reímos, sentimos y soñamos. Por eso la igualdad es mi palabra favorita; pero la igualdad en derechos, en oportunidades, en ser tratados con justicia en igualdad de condiciones, ricos y pobres, blancos y negros, altos y bajos, gordos y flacos; sin países ni personas de primer mundo y hasta de quinto, sin salas V.I.P. o mejor con muchas de esas salas pero para todo el mundo no solo para unos pocos privilegiados; sin sillas de primera clase y de clase económica. No! Que todas las sillas sean de primera clase.
También se dice que todos los seres humanos somos diferentes. Que no hay dos personas que piensen igual, así sean gemelos univitelinos, que no hay dos personas cuyos sentimientos sean exactamente iguales, que lo que uno haga, es decir los hechos de una persona no son los de otra. Todos hacemos las cosas de diferente manera, seguramente muy parecidas pero no iguales.
Todos tenemos diferentes sueños, diferentes expectativas de la vida, diferentes niveles de emociones, diferentes ambiciones, diferentes sentimientos, diferentes niveles de valores, de ética y de moral.
Entonces somos seres únicos, como tal deberíamos comportarnos, sin tener que posar de lo que a los demás les parece que debemos ser. Deberíamos ser lo que nosotros somos, auténticos, no lo que nos dicten los parámetros de comportamiento especialmente de las comunidades gregarias a nivel de familia, estudiantes o cualquier otro grupo socio económico cultural.
Para lograrlo deberíamos tener cada uno una educación personalizada acorde a esa UNICIDAD que cada uno tenemos. No sé si así será la educación en Finlandia, pero grupos como el Montessori (a pesar que también tiene casi cien años) entre otros han tratado de experimentar un tipo de educación de este tipo.
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