• Asignatura: Religión
  • Autor: humanpaze9
  • hace 5 años

cuento de la Naturaleza​

Respuestas

Respuesta dada por: samuelfrezzia
9

Respuesta:

La familia feliz

Autor: Hans Christian Andersen

Edades: Todas las edades

Valores: prudencia, saber escuchar

Había una vez una vieja casa construida junto a un frondoso bosque. Sus habitantes comían muchos caracoles, porque les encantaban. Pero llegó un día en el que se acabaron, y tuvieron que dejar de comerlos.

Lo que sí que había en el bosque eran muchos lampazos, las plantas que comían los caracoles. Y como no había caracoles para comerlas, estas plantas estaban invadiéndolo todo.

Pero no todos los caracoles se habían extinguido. Todavía quedaban dos caracoles blancos, la especie más noble de todos los caracoles. Eran muy viejos y habían permanecido bien escondidos, lejos de la casa en la que se comían a sus amigos, primos y hermanos.

Un día, los viejos caracoles blancos encontraron un pequeño caracol común perdido, y lo adoptaron con si fuera hijo suyo, porque ellos no tenían a nadie más y se hacían mayores. Pero el pequeño caracol no crecía. Al fin y al cabo, no era más que un simple caracol ordinario.

Un día, la mamá caracola creyó observar que su pequeño se desarrollaba, y le pidió a papá caracol que se fijara bien, a ver qué le parecía. El papá caracol confirmó que, efectivamente, el pequeñín empezaba a crecer.

Un día se puso a llover con fuerza.

-Escucha el rampataplán de la lluvia sobre los lampazos -dijo el viejo caracol.

-Fíjate en las gotas de lluvia -observó la madre caracola-. Mira cómo bajan por el tallo y lo mojan. Suerte que tenemos nuestra buena casa, y que el pequeño tiene también la suya. La naturaleza nos han tratado a nosotros, los caracoles, mejor que a los demás seres vivos, porque tenemos una casa desde que nacemos, y para nosotros plantaron un bosque de lampazos. Me gustaría saber hasta dónde se extiende.

-No hay nada fuera de aquí -respondió el padre caracol-. Mejor que esto no puede haber nada.

-Pues a mí me gustaría ver la casa vieja que hay más allá -dijo la vieja caracola-. Todos nuestros antepasados pasaron por allí, así que debe ser algo excepcional.

-Tal vez la casa esté destruida -dijo el caracol padre-, o quizás el bosque de lampazos la haya cubierto.

-No seas tan negativo-dijo la madre-. ¿No crees que si nos adentrásemos en el bosque de lampazos encontraríamos a alguno de nuestra especie? Nuestro pequeño necesitará una compañera.

-Seguramente habrá por allí caracoles negros -dijo el viejo caracol-, caracoles negros sin cáscara, que son ordinarios y orgullosos. Podríamos encargarlo a las hormigas, que siempre corren de un lado para otro, como si tuviesen mucho que hacer. Seguramente encontrarían una compañera para nuestro pequeño.

-Yo conozco a la más hermosa de todas -dijo una de las hormigas-, pero me temo que no haya nada que hacer, pues se trata de una reina.

-¿Y eso qué importa? -dijeron los viejos-. ¿Tiene una casa?

-Tiene un palacio -exclamó la hormiga-, un bellísimo palacio hormiguero.

-Muchas gracias -dijo la madre caracola-. Nuestro hijo no va a ir a un nido de hormigas. Si no tenéis otra cosa mejor, hablaremos con los mosquitos blancos, que vuelan a mucha mayor distancia, tanto si llueve como si hace sol, y conocen el bosque de lampazos por dentro y por fuera.

-¡Tenemos esposa para él! -exclamaron los mosquitos-. Allí cerca, en un zarzal, vive una caracolita con casa. Es muy pequeñita, pero tiene la edad suficiente para casarse. Está a cien pasos de hombre de aquí.

-Muy bien, pues que venga -dijeron los viejos-. Nuestro pequeño posee un bosque de lampazos, y ella, sólo un zarzal.

Y enviaron un recado a la señorita caracola, que necesitó ocho días para hacer el viaje. Y se celebró la boda. La pareja recibió como regalo la herencia de todo el bosque de lampazos.

Cuando acabó la fiesta, los viejos caracoles se metieron en sus casas y se quedaron dormidos para siempre. La joven pareja reinó en el bosque de lampazos. Tuvieron muchos hijos, a los que enseñaron prudencia para no ir más allá de sus dominios y así librarse de ser comidos por los habitantes de la casa.

Y allí vivieron felices para siempre, rodeados de todo lo que necesitaban para vivir.

Explicación:ESPERO TE SIRVA

Respuesta dada por: ammy55
13

Respuesta:

Había una vez un pequeño planeta muy triste y gris. Sus habitantes no lo habían cuidado, y aunque tenían todos los inventos y naves espaciales del mundo, habían tirado tantas basuras y suciedad en el campo, que lo contaminaron todo, y ya no quedaban ni plantas ni animales.

Un día, caminando por su planeta, un niño encontró una pequeña flor roja en una cueva. Estaba muy enferma, a punto de morir, así que con mucho cuidado la recogió con su tierra y empezó a buscar un lugar donde pudiera cuidarla. Buscó y buscó por todo el planeta, pero estaba tan contaminado que no podría sobrevivir en ningún lugar. Entonces miró al cielo y vio la luna, y pensó que aquel sería un buen lugar para cuidar la planta.

Así que el niño se puso su traje de astronauta, subió a una nave espacial, y huyó con la planta hasta la luna. Lejos de tanta suciedad, la flor creció con los cuidados del niño, que la visitaba todos los días. Y tanto y tan bien la cuidó, que poco después germinaron más flores, y esas flores dieron lugar a otras, y en poco tiempo la luna entera estaba cubierta de flores.

Por eso de cuando en cuando, cuando las flores del niño se abren, durante algunos minutos la luna se tiñe de un rojo suave, y así nos recuerda que si no cuidamos la Tierra, llegará un día en que sólo haya flores en la luna.

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