• Asignatura: Filosofía
  • Autor: luisastefy03
  • hace 6 años

La filosofía y la ciencia, destruyen los mitos o pueden llegar a justificarlos?

Respuestas

Respuesta dada por: alissonguadalupe
1

Respuesta:

Fronteras del mito, la filosofía y la ciencia. De los mitos cosmogónicos...

Si bien los mitos durante largo tiempo fueron vistos como relatos

sobre seres imaginarios o fábulas carentes de racionalidad, desde mediados

del siglo xx el pensamiento mítico ha sido revalorizado como

una forma de conocimiento legítima y una dimensión esencial de la

experiencia humana. Atrás quedaron las teorías que reducían el papel

del mito a sus nexos con ritos religiosos y prácticas mágicas, o que lo

asimilaban a estadios irracionales de la evolución de la humanidad.

Antropólogos como Claude Lévi-Strauss y filósofos como Kurt Hübner

señalaron la necesidad de ofrecer una justificación del mito como complemento

de una teoría del desarrollo científico.1

Pero asignar un lugar al pensamiento mítico en el marco de una

teoría del conocimiento no es tarea fácil. Dado que los mitos se articulan

mediante narraciones que no demuestran tesis, sino que muestran

secuencias de imágenes, el esfuerzo por tender un puente entre mito y

logos constituye un auténtico tour de force. Semejante empresa implica

dos riesgos: a) asimilar mito y razón como si fueran manifestaciones

de lo mismo, como si el mito fuera una razón balbuciente o la razón un

mito sofisticado; b) declarar el pensamiento mítico y el racional como

formas de pensar inconmensurables.

Para explorar el tema usaré como herramienta principal el análisis

comparado, y enfocaré la atención en un tipo específico de relatos: los

referentes al origen del cosmos. Primero identificaré similitudes estructurales

entre diversos mitos de origen, e indagaré luego si ese tipo

de similitud es extensible a las especulaciones filosóficas y a las teorías

científicas. Dado que distintas respuestas a la pregunta por el origen del

cosmos se pueden encontrar en las narraciones míticas, en la tradición

filosófica y en la ciencia contemporánea, el ejercicio ofrece una buena

ocasión para contrastar el modo como operan las descripciones y explicaciones

en estos distintos lenguajes. Evitando por igual el riesgo de

asimilar el mito a la razón y el de postular una oposición radical entre

mito y razón, quiero aclarar en qué sentido el pensamiento mítico y el

racional constituyen formas independientes y a la vez complementarias

de entender y de habitar el mundo

Explicación:

Descripciones míticas del origen del cosmos

Los mitos cosmogónicos de los que tenemos noticia son innumerables;

cualquier intento de abarcar un archivo tan vasto estaría

condenado al fracaso. Para los fines de este artículo, he optado por

seleccionar, entre los relatos cosmogónicos más conocidos, algunos

ejemplos adecuados para emprender el análisis.

El Enuma Elish, poema cosmogónico babilónico, marca una pauta

común a muchos otros mitos: la descripción del estado inicial del cosmos

en términos negativos:

Cuando en lo alto el cielo aún no había sido nombrado, / la tierra

firme debajo tampoco había recibido un nombre, / nada, excepto el primordial

Apsu, su progenitor, / (y) Mummu-Tiamat, aquella que les abrió

paso a todos, / cuyas aguas se entremezclaban como un único cuerpo, /

ninguna choza de cañas había sido tramada, ninguna tierra pantanosa

había aparecido, / cuando ninguno de los distintos dioses había llegado

a ser, / innominados, sus destinos indeterminados. (cit. en Long 1963 70)

El texto indica que las cosas, en su estado primordial, carecen de

nombre y por eso hay que describirlas de manera indirecta: ellas no son

todavía esto ni aquello. Sólo los principios masculino (Apsu) y femenino

(Tiamat) tienen nombre, pero su modo de existir es confuso, por

cuanto se trata de aguas primordiales caóticamente entremezcladas que

no es posible diferenciar con nitidez. La característica central del estado

primigenio del cosmos es no tener todavía características precisas,

mientras los dioses permanecen “innominados”, “indeterminados”.

En una tónica afín, una de las numerosas variantes del mito de P’an

Ku de la China dice:

Hubo primero el huevo cósmico. Dentro del huevo estaba el caos.

P’an Ku, que llevaba 18.000 años flotando en el caos, finalmente rompe el

cascarón y sale del huevo, portando un martillo y un cincel. […] Y le toma

18.000 años separar con ellos la tierra y el cielo. (cit. en Bartlett 2009 227)

En este mito, el comienzo de las cosas tiene un aspecto llamativo:

un huevo que porta el caos en su interior. El hecho central del relato

consiste en el tránsito de P’an Ku de un estado embrionario a otro de madurez,

que le permite romper el huevo original y darle forma al cosmos.

La imagen del huevo original resulta arquetípica y sugestiva, como si la

génesis universal fuera comparable a la de un ser vivo. Curiosamente,

el mito no explica cómo obtiene P’an Ku el cincel y el martillo con los

cuales separa la tierra y el cielo, pero podemos suponer que estas herramientas

hacían parte del material que estaba en el huevo. El hecho de

que el estado primordial de las cosas deba ser tallado, esculpido, indica

su anterior carencia de forma.

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