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Respuesta:
Guardaos de los falsos profetas y de los falsos maestros
Jesús respondió: “Mirad que nadie os engañe.
“Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras… y habrá pestes y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24:3–8).
El apóstol Pablo nos dijo de estos días: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias.
“Y apartarán de la verdad el oído” (2 Timoteo 4:3–4).
Pablo enseñó también que el Señor “constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas… a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.
Hermanos y hermanas, nadie, excepto el Padre, conoce la hora exacta de la Segunda Venida (véase Mateo 24:36). Hay, sin embargo, ciertas señales que confirman las profecías de las Escrituras relativas a ese día de gran tumulto. Jesús advirtió en varias ocasiones que antes de Su Segunda Venida “muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos” (Mateo 24:11). Como apóstoles del Señor Jesucristo es nuestro deber ser atalayas en la torre, avisando a los miembros de la Iglesia que se cuiden de los falsos profetas y de los falsos maestros que aguardan en secreto para destruir la fe y el testimonio. Hoy les advertimos que están surgiendo falsos profetas y falsos maestros; y si no tenemos cuidado, incluso aquellos de entre los miembros fieles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días caerán víctimas de ese engaño.
Cuando pensamos en los falsos profetas y en los falsos maestros tendemos a pensar en aquellos que apoyan de manera clara una doctrina falsa o que presumen tener autoridad para enseñar el Evangelio verdadero de Jesucristo de acuerdo con la propia interpretación de ellos. Con frecuencia suponemos que tales individuos están relacionados con pequeños grupos radicales que viven al margen de la sociedad. Sin embargo, repito: Hay falsos profetas y falsos maestros que son, o al menos dicen ser, miembros de la Iglesia. Hay personas que, sin autoridad, mencionan el nombre de la Iglesia para respaldar sus productos y sus prácticas. Cuídense de los tales.
De manera sencilla y poderosa, el presidente Hinckley nos enseña el plan eterno de salvación, recrimina el pecado, llama a todas las personas a arrepentirse y a aceptar a Cristo y Su Evangelio. Las doctrinas de la salvación eterna no son confusas ni inciertas, sino que, por el contrario, son compatibles con la verdad revelada, tanto antigua como moderna.
Permítanme darles unos pocos ejemplos de las falsas enseñanzas de aquellos que “leen a la luz de la lámpara de su propia vanidad”, y que aunque “siempre están aprendiendo… nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (2 Timoteo 3:1–7).
Los falsos profetas y los falsos maestros son aquellos que declaran que el profeta José Smith era un impostor; son los que rebaten que la Primera Visión fuese una experiencia auténtica. Declaran que el Libro de Mormón, así como otros registros canónicos, no son Escrituras antiguas. Intentan también redefinir la naturaleza de la Trinidad, y niegan que Dios haya dado y continúe dando revelación en la actualidad a Sus profetas ordenados y sostenidos.
Los falsos profetas y los falsos maestros son aquellos que de manera arrogante intentan crear nuevas interpretaciones de las Escrituras para demostrar que estos textos sagrados no debieran ser leídos como las palabras de Dios a Sus hijos, sino como meras declaraciones de hombres sin inspiración, limitados por sus propios prejuicios y sus inclinaciones culturales. Argumentan, por tanto, que las Escrituras necesitan una nueva interpretación, y que ellos son los únicos calificados para ofrecer.
“Y el Mesías vendrá en la plenitud de los tiempos, a fin de redimir a los hijos de los hombres de la caída. Y porque son redimidos de la caída, han llegado a quedar libres para siempre, discerniendo el bien del mal, para actuar por sí mismos, y no para que se actúe sobre ellos, a menos que sea por el castigo de la ley en el grande y último día, según los mandamientos que Dios ha dado.
“Así pues, los hombres son libres según la carne; y les son dadas todas las cosas que para ellos son propias. Y son libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la cautividad y el poder del diablo; pues él busca que todos los hombres sean miserables como él.