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Respuesta:
Desde el último cuarto del siglo XIX, la cuestión de la salubridad y la higiene concitó la atención de buena parte de los miembros de las clases dirigentes. Médicos higienistas, filántropos y organizaciones de caridad, con miradas y perspectivas diversas, ensayaron respuestas -también diversas- a estas problemáticas. Desde el control y aislamiento de los enfermos, pasando por las medidas preventivas y el mejoramiento de las condiciones de vida -alimentación, higiene, vivienda, trabajo- de los sectores subalternos, hasta llegar a proponer la organización y el establecimiento por parte del Estado de modernos dispositivos de salud, fueron los caminos (de ninguna manera “evolutivos” y sí claramente sinuosos) por los cuales transitó la política asistencial y social del Estado argentino hasta el advenimiento del peronismo. En este largo proceso también asistimos a otra transformación: aquella que nos muestra el pasaje de una concepción de la caridad y la beneficencia como una gracia otorgada por las clases altas a los sectores menos favorecidos, a una caracterización de la
asistencia social como un deber que el Estado brinda a sus ciudadanos, en tanto portadores de derechos.
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