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El Occidente de México es una vasta y heterogénea región que comprende los Estados de Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Colima, Nayarit y Aguascalientes que se incorporó tarde a los principales procesos que caracterizan la civilización mesoamericana. La zona tuvo en el pasado una gran actividad volcánica, de manera que es corriente la formación de cuencas de drenaje interno donde se han concentrado siempre las poblaciones humanas. Las evidencias más antiguas de vida agrícola se han detectado en Puerto Marqués (2.440-140 a.C.), Guerrero, y también existe sedentarismo orientado a la recolección de moluscos en el Complejo Matanchén de Nayarit en el 2.000 a.C. En el 1.450 a.C. surge el Complejo Capacha en la costa de Colima, caracterizado por unas cerámicas que se distribuyen a Jalisco, Michoacán y Nayarit. Algunas de sus formas básicas son tecomates y jarras con asa estribo, que han servido para establecer conexiones con las culturas del Formativo Temprano de la costa de Ecuador. En el 1.300 a.C. se construyen cámaras subterráneas cortadas en el talpetate -ceniza volcánica- de naturaleza funeraria, iniciándose una evolucionada tradición de enterramientos. Las cámaras son ovales y a ellas se accede mediante escaleras, conteniendo abundantes esqueletos, muchos de ellos procedentes de deposiciones secundarias. Más tarde, este complejo funerario se extiende a Etzatlán, El Arenal y otros sitios de Nayarit y Colima. En ellos se depositaron excelentes trabajos en cerámica en los que se representaban aldeas y casas de gran valor etnográfico al incluir escenas de la vida cotidiana y ritual juegos de pelota, rituales, guerras y demás- de los pobladores de Nayarit. Por último, la cultura Chupícuaro manifiesta otra variedad ritual en esta área tan heterogénea. Su conocimiento se basa en la excavación de 390 enterramientos, muchos de los cuales tenían ofrendas de perros sacrificados y un muy variado estilo de figurillas y cerámicas que tendrán una amplia distribución.
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