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Los juegos tradicionales fomentan las habilidades sociales, ya que al jugar en grupo los peques aprenderán a respetar turnos, normas del juego, conocerán a otros peques creando o fortaleciendo vínculos de amistad.
Sirven para desarrollar la imaginación, proponiendo variaciones en las normas de los juegos tradicionales, por ejemplo. Además, permiten disfrutar de diferentes entornos. Entre ellos de la naturaleza, en la que descubrirán animales, cómo caen las hojas de los árboles en otoño, que según la estación y el tiempo que haga deben abrigarse más o menos, etc.
Al practicarlos se desarrollan diferentes habilidades motrices. Según el tipo de juego los peques tendrán que correr y parar en un momento determinado, moverse al ritmo de una canción… trabajando la motricidad gruesa; al utilizar la peonza, canicas… trabajan la motricidad fina.
Los juegos tradicionales permiten experimentar situaciones en las que se trabaja la coordinación óculo-manual, al tener que correr a por la pelota y cogerla sin que se escape, por ejemplo.
Fomentan la concentración, necesaria para actuar en el momento adecuado, y la memoria para recordar las normas del juego o las diferentes canciones. También fomentan la toma de decisiones y la capacidad de utilizar la paciencia hasta que les toque participar, además de la empatía, poniéndose en el lugar del resto de los peques que se encuentran jugando.