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La escultora colombiana Doris Salcedo nació en Bogotá, Colombia en 1958. Estudió Bellas Artes en la Universidad Jorge Tadeo Lozano (1976-1980) y cursó estudios de postgrado en la Universidad de Nueva York en 1984. Durante su estancia en Nueva York se interesó especialmente por las obras de Joseph Beuys y Marcel Du Champ. Su obra se compone de objetos “encontrados y re contextualizados”: “Yo propongo una escultura simbólica, que tiene como punto de partida materiales poseedores y transmisores de significado, capaces de establecer una comunicación con el espectador (...) parto de objetos (ready-made) cargados de significación y capaces de conmover1”. Sus viajes a diferentes ciudades también la llevaron a pensar particularmente en explorar el espacio público definido por piezas escultóricas, que generan rituales colectivos y el desarrollo de un sentido de comunidad. Según la investigadora María Margarita Malagón-Kurka, sus obras se pueden dividir en tres categorías: “estructuras paradójicas, reliquias congeladas en el tiempo y los objetos/espacio conmemorativos desfigurados”.
Entre 1987 y 1988 regresó a Colombia y dirigió la Escuela de Artes Plásticas del Instituto de Bellas Artes de Cali y un año después fue nombrada profesora de escultura y Teoría del Arte de la Universidad Nacional de Colombia. Al igual que Beatriz González, Doris Salcedo se vio fuertemente afectada por la toma del Palacio de Justicia en Bogotá. A partir de ese momento desarrolló su obra entorno a la violencia y a la guerra. Sin embargo, a diferencia de Beatriz trabajó a partir del testimonio de las víctimas2. Comenzó a elaborar piezas que giraban en torno al duelo y el dolor infligido por la violencia, trabajando con objetos que aludían al cuerpo humano, pero que lo mostraban de una u otra forma violentado. Adquirió un lote de objetos descartados del mobiliario de un hospital en Bogotá, y elaboró la obra “Sin título”, premiada en la versión XXXI del Salón Nacional de Artistas de 1987 en Medellín.
En la década del noventa, Doris incluyó dentro de su proceso de creación el trabajo de campo. Se reunió con víctimas y familiares del conflicto y a partir de sus testimonios comenzó a utilizar objetos personales. Para la realización de una obra compuesta de camisas atravesadas por barras punzantes a la altura del hombro derecho, la artista se trasladó hasta las plantaciones de La Negra y Honduras en Urabá. Su investigación le permitió acercarse a las víctimas secundarias de la violencia: sobrevivientes que narraban el impacto causado por la pérdida de sus compañeros3. Entre los diferentes relatos, se encontró con el de una mujer que lavaba y arreglaba cotidianamente la ropa de su marido fallecido, de ahí surgió la obra “Camisas” en 1989.
Interesada en las huellas de la guerra y sobre todo en la ausencia de quienes ya no están, creó “Atrabiliarios” (1991), un mural compuesto de nichos donde se disponían zapatos de mujeres víctimas del conflicto, cubiertos por una película translúcida.
En la exposición Nuevos Nombres, Seguimiento en 1990, y Ante América en la Biblioteca Luis Ángel Arango en 1992, la artista expuso un armario de madera relleno de concreto y, muebles inutilizados con el fin de evocar una incomodidad física en el espectador. Estas obras llevarían al desarrollo posterior de su serie Casa Viuda. Cuando la artista empezó esta serie, también estaba trabajando en Muebles Sin Título, creando objetos disfuncionales. Durante la década de los noventa, excepto por las dos exhibiciones anteriormente mencionadas, todas las exposiciones tuvieron lugar fuera de Colombia, por lo que la mayoría de críticas y reseñas sobre su obra provienen del extranjero.
En el año 1995 obtuvo una beca de la Fundación Guggenheim y hasta finales de la década continuó produciendo armarios llenos de cemento de los que sobresalían las superficies de sillas y otros muebles. En 1998, se presentó en el New Museum de Nueva York. Dentro de esta exposición titulada Sin Tierra se instaló una de sus obras más emblemáticas “La túnica del huérfano”, en la que utilizó pelo humano para unir dos mesas cortadas y montadas una sobre otra. Esta obra se inspiró en la historia de una niña de seis años que presenció la muerte de su madre y luego se negó a quitarse el vestido que llevaba puesto ese día. En 1999, a raíz del asesinato del humorista y periodista Jaime Garzón, Doris Salcedo participó en un homenaje colectivo.
Tres años más tarde, el 6 de noviembre de 2002, a las once de la mañana inició una obra en la fachada del restaurado Palacio de justicia en Bogotá rememorando la toma del edificio en 1985. Descolgó sillas vacías de la azotea del inmueble en los momentos en que, según los informes, habían muerto las personas. Por esa época, también realizó un proyecto para la VIII Bienal de Estambul: construyó un monumento efímero con 1550 sillas apiladas en el espacio dejado por un edificio demolido.
ahi la tienes espero q te sirva pq si no.. la palmamos