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El conocimiento y uso de métodos anticonceptivos ha sido alto entre las mujeres costarricenses desde mediados de los años sesenta, provocando la fuerte caída de la fecundidad que presenta este país. El que esa reducción de la fecundidad se haya detenido durante los años ochenta no está indicando un menor conocimiento de tales métodos. De hecho, ese repunte de la fecundidad en la segunda mitad de los ochenta tiene lugar pese al mantenimiento de altos niveles de fecundidad con riesgo y de natalidad no deseada.
Se estima que en torno al 70% de las mujeres emparejadas usaba algún método anticonceptivo a fines de los años ochenta. De éstas, en 1986 un 17% lo hacía mediante la esterilización, un 28% a través de métodos modernos (píldora, DIU, inyección), un 13% con métodos tradicionales (condón y vaginales) y un 11% con métodos naturales (ritmo, retiro, Billings). El mayor uso de métodos guarda relación con un mayor número de hijos habidos, un mejor nivel educativo y socioeconómico, así como con la residencia en zonas urbanas.
Las deficiencias en cuanto a la regulación de la fecundidad tienen en Costa Rica diferentes motivos y dependen de diversos factores. Una investigación realizada en 1991 muestra que, entre las mujeres embarazadas que nunca habían usado un método anticonceptivo, destacan aquéllas que declaran que no les gusta (el 24,9%), seguidas de las que afirman que querían embarazarse (23,3%), las que aducen falta de información (18,8%) y las que tuvieron relaciones sexuales esporádicamente (el 12,8%), bien porque las tuvieron con poca frecuencia o bien porque no pensaban tenerlas.
La encuesta de fecundidad realizada en 1986, al consultar sobre la aceptación de la planificación familiar entre las mujeres emparejadas, además de confirmar los factores ya vistos que facilitan el uso de medios anticonceptivos (mayor nivel educativo y socioeconómico, residencia en las ciudades, etc.), señala que estos mismos factores determinan las mayores resistencias de los compañeros a la planificación familiar: la diferencia entre mujeres y hombres se amplía en ese sentido entre los residentes en áreas rurales, los de menor educación y los de menores ingresos. Destaca la diferencia existente a edades jóvenes, lo que indicaría una presión sobre las mujeres hacia la fecundidad.
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