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El cerebro controla nuestras emociones. Sí, por muchos corazones que dibujemos cuando estamos enamorados o que sintamos que nuestro corazón se puede romper por tristeza, no es éste el órgano que maneja nuestras emociones. Es cierto que cerebro y corazón están relacionados, puesto que el corazón palpita a ritmo diferente en función de las emociones que nuestro cuerpo siente, pero es el cerebro el que tiene el mando. Y no todo el cerebro, sino una parte muy concreta: el sistema límbico.
El sistema límbico es la zona del cerebro que dirige nuestras emociones y nuestras sensaciones más primitivas: aquellas relacionadas con la supervivencia (como por ejemplo el miedo y la ira) y con las sensaciones del ser humano en torno a nuestro comportamiento sexual. De hecho, muchos científicos han llegado a llamarle el ‘cerebro reptil’ puesto que se encarga de nuestros instintos más básicos. Es una de las partes de nuestro cerebro que tiene mayor antigüedad. Tiene más de dos millones de años y aún es capaz de controlar ciertos comportamientos y sensaciones que hoy en día nos parecen muy racionales: el cortejo, el buscar pareja para casarse, el buscar otros seres humanos que nos dirijan o buscar una casa.