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Los derechos de los rostros contemporáneos
El gran debate contemporáneo de los derechos humanos, enclavado en el territorio fronterizo de la ética y la política, es, en última instancia, una discusión derivada de la crisis de la concepción antropológica sobre el sujeto moderno y del Proyecto de la Modernidad. ¿Hay una racionalidad universal y común a todos los seres humanos cualquiera sea su diversidad étnica, lingüística, cultural, religiosa, como defendieron las tesis filosóficas de la Ilustración? ¿Ó hay una racionalidad universal sólo a nivel procedimental-argumentativo como sostiene el filósofo alemán Jürgen Habermas? Las tesis posmodernas y los estudios culturales constatan que con el declive de la Modernidad, que excluyó de su imaginario la hibridez, la multiplicidad y la ambigüedad, ya no puede sostenerse un Sujeto único, idéntico, razón universal, sede de la certeza y de la verdad absoluta (Castro Gómez, 2002). Una fuerte sospecha de enmascaramiento del sujeto europeo, blanco, varón y burgués, oculto tras la pretendida Razón Universal, emana del humo irracional de la violencia y barbarie del último siglo a consecuencia de los procesos racionalizadores de control la vida en nombre del humanismo y del progreso racional. A fines del siglo XX empiezan a emerger y cobrar visibilidad múltiples subjetividades amalgamadas en la intersección de variables psíquicas, históricas, culturales y lingüísticas, que no cuajan ya más en los moldes filosóficos de la modernidad. ¿Cómo regular y normar ética y políticamente estas singularidades y diversidades emergentes sin anular ni excluir sus diferencias intrínsecas? ¿Qué principios éticos son insoslayables en el planteo de la convivencia política y de la regulación de los pluralismos de vida? ¿Cómo y desde dónde cuestionar la dominación y la exclusión en la multiplicidad de las diferencias?¿Tal emergencia de diferencias no será favorable al giro adoptado por el sistema-mundo de ordenamiento global?
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