• Asignatura: Historia
  • Autor: vanessaaguileravalde
  • hace 5 años

7. Para lograr la independencia en las colonias americanas, ¿Qué forma de
gobierno debieron instalar para transformarse en un Estado-Nación ?

Respuestas

Respuesta dada por: Anónimo
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Respuesta:

1Las guerras de independencia hispanoamericanas fueron una serie de conflictos armados que se desarrollaron en las posesiones americanas del Imperio español a principios del siglo XIX, entre 1810 y 1829, en los cuales se enfrentaron el bando a favor de las independencias en una operación conjunta, también denominado patriota o revolucionario, contra el bando a favor de mantener la integridad de la Monarquía española,[6] que se conocería más tarde como realista o virreinal. Según la postura historiográfica, estos conflictos además de guerras de independencia, son considerados también guerras civiles o bien, una combinación de diversas formas de guerras.

2 Las transformaciones que el Estado–nación ha sufrido dentro del contexto de la globalización pueden caracterizarse por el hecho de que ya no se puede suponer que el lugar del poder político efectivo está en los Estados nacionales; diversas fuerzas y actores en el ámbito nacional, regional e internacional comparten el poder efectivo y lo intercambian. La actuación de los Estados en sistemas regionales y globales cada vez más complejos afecta tanto su autonomía —al alterar los costos y los beneficios de las políticas y al influir en los programas institucionales– como su soberanía –al cambiar el equilibrio entre las estructuras jurídicas y las prácticas administrativas nacionales, regionales e internacionales.

Las distinciones entre aspectos políticos internos y cuestiones externas, preocupaciones soberanas de un Estado–nación y consideraciones internacionales ya no están bien definidas. Los gobiernos se enfrentan a problemas tales como el narcotráfico, el empleo de recursos no renovables, epidemias, la administración de los desechos nucleares, la difusión de armas de destrucción masiva y el calentamiento global, que no se pueden clasificar de una manera significativa en estos términos. De hecho, en todas las áreas principales de la política, la interconexión de las comunidades políticas nacionales en los flujos y procesos regionales y globales las hace tomar parte en una intensiva coordinación y regulación transfronterizas.

El núcleo de la estructura del sistema de Estados–nación puede ser caracterizado por una fuerte tensión entre la consolidación de su operar administrativo y la legitimidad democrática dentro de las fronteras del Estado y la implementación de una política de poder fuera de esas fronteras. La creciente implicación de los Estados en redes regionales y globales, particularmente durante la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI, alteró la magnitud y el alcance de su autoridad y su soberanía. La intensificación de las interconexiones regionales y la proliferación de relaciones globales plantean importantes interrogantes referidos, por un lado, a la aptitud de los Estados para resolver efectivamente las demandas provenientes de las fuerzas trasnacionales y, por el otro, a la actuación eficiente de los Estados ante la gran cantidad de personas por ellos afectadas.

La internacionalización de la producción, las finanzas y otros recursos económicos erosionan inexorablemente la capacidad de un Estado nacional para controlar su propio futuro democrático: se registra una brecha entre la idea de la comunidad política que determina su propio futuro y la dinámica de la economía política contemporánea. Resulta significativamente paradójico que en estos momentos la democracia formal se haya extendido ampliamente en el mundo y tenga una fuerte legitimidad, mientras que por otro lado el Estado–nación parece cada vez estar más maniatado por las fuerzas del capital transnacional y las redes de interconexión global que ponen en entredicho su capacidad para llevar acabo la conducción de la política económica y el desarrollo nacional.

La globalización de la economía hace depender la riqueza de las naciones, empresas e individuos, de movimientos de capital, de cadenas de producción y distribución que se interrelacionan en el conjunto del planeta, socavando por tanto la especificidad de un determinado territorio como unidad de producción y consumo. Parece claro que en la sociedad de la información lo global condiciona lo local y los flujos electrónicos estructuran la economía a partir de relaciones entre unidades espacialmente distantes. Las empresas trasnacionales ya no tienen que limitarse a recurrir a los conjuntos de recursos cercanos a su país de origen. Tampoco tienen que limitarse a depender de los esfuerzos de los gobiernos para atraer recursos de otros lugares del mundo y canalizarlos hacia los usuarios finales. Como los mercados mundiales funcionan por su cuenta, los Estados–nación ya no tienen que desempeñar el papel de creadores de mercado.

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