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El gran Leonardo da Vinci, uno de los mayores genios de la humanidad, muy avanzado respecto a la época en que le tocó vivir (1452-1519), se basó en sus observaciones de la naturaleza para dar forma a muchas de sus ideas. En un artículo anterior “Murciélagos y cetáceos, modelos aeronáuticos”, ya vimos algunas de las ideas de aquel genio y sus diseños de aviones-murciélago, cuando se pensaba que un avión debía parecerse a un pájaro si pretendía volar.
Pero Leonardo se fijó también en las semillas voladoras y en las que al llegar al suelo penetran en él mediante el efecto sacacorchos y, basándose en ese efecto, diseñó un esquema que consistía en un “tornillo” de diez metros de diámetro, que al girar se “enroscaría” en el aire, produciendo el ascenso del conjunto. La idea era que algunos hombres, situados sobre la base del cono inferior, soporte de la estructura, hicieran girar el plano helicoidal, apoyando para ello los pies sobre la plataforma central de la base, que transmitía el giro al eje. Aquella idea no funcionó, por falta de potencia y exceso de peso del “motor humano”, pero sí funcionaba la idea, puesto que contenía prácticamente el fundamento físico en que se sustentan los actuales helicópteros, sobre los cuales también diseñó Leonardo algunos bocetos.