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Respuesta:
Nunca un funcionario público se ha visto colocado en situación tan amarga,
difícil y decisiva, como la que arrostro en estos instantes. Apenas bastan los
alientos de mi patriotismo para mantenerme en ella.
La mano inflexible de la desventura, que durante tres años y medio ha venido
pesando sobre el Perú, parece hoy únicamente suspendida sobre mi corazón.
Es preciso, pues, acudir a todas mis fuerzas en este trance supremo y con el
auxilio de la Providencia, que jamás abandona a los que le confían su buena
causa, buscar, una vez por todas y por la senda más recta, la inmediata
solución del problema de vida o muerte para nuestra patria agonizante.
No me engaño, no puedo engañarme en cuanto a la bondad y oportuna
práctica del paso que la necesidad me inspira.
Siempre he creído que no es el Perú la nación vencida, humillada, escarnecida
y vejada por las huestes de Chile insaciable. El Perú no ha combatido. La
guerra, la debilidad y el vencimiento, han sido provocados por las pasiones, las
miserias y los crímenes de una parte, no más, de sus degenerados hijos.
Y es preciso, de todo punto preciso, que la nacionalidad peruana se levante, al
fin, sobre los escombros de su clamoroso pasado, para fundar la escuela
redentora de su porvenir.
Cuando el grito de alarma nos sorprendió en la calma aparente del mayor
desconcierto político, yo, como otros muchos, todo lo olvidé para mirar tan sólo
los peligros del momento, y sin apreciarlos bastante, sin calcular nuestras
fuerzas, ni prever todas las consecuencias de la partida que afrontábamos –
pues tampoco las previeron nuestros gobernantes, cuya misión era- ofrecí mi
corazón y mi brazo, y con ellos toda mi sangre y la de mis hijos, a la sagrada
defensa de mi patria.
Luché como soldado y mantuve el puesto que se me confió en el campo de
batalla, hasta donde fue posible mantenerlo. Testigos me son el cielo y la
generación que me escucha, de que no intenté en el augusto momento de la
prueba, reservar una gota siquiera de esa sangre tan sinceramente ofrecida, y
si el sacrificio personal no me levantó a la altura de los héroes, nada me dice la
conciencia que hice por evitarlo.
Más feliz que yo y suspirando el nombre de su patria, cayó a mi lado rindiendo
una vida llena de esperanzas, el hijo de mis complacencias
Explicación,MANIFIESTO DE MONTÁN
31 DE AGOSTO DE 1883
MIGUEL IGLESIAS
A SUS CONCIUDADANO
Respuesta:
Porque en él dice que Perú es el derrotado y sin paz, sería impensable la reconstrucción.
También que convocaría una asamblea y en ella, dejaría su cargo a disposición de los 7 altos cargos que la formaban.