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Los otomanos no conseguirían suficiente poder como para eliminar a sus enemigos inmediatos y establecer un verdadero Estado hasta el gobierno del hijo y sucesor de Osmán, Orhan I (1324-1360). La clave de su reinado fue la conquista de Nicea en 1331 y Bursa. Esta última no solo proporcionó la capital, sino los útiles necesarios para crear una administración otomana. Pudo acabar también con la amenaza de sus vecinos turcomanos, Aydin, que proporcionaba mercenarios a Juan Cantacuceno. Tras la caída de Aydin, serán los otomanos los que ayudarán al candidato al trono bizantino, enfrentado a Juan V Paleólogo, tomándose como recompensa el derecho a saquear el territorio bizantino a lo largo del Egeo, en Tracia, y la mano de la hija de Juan Cantacuceno, Teodora.
A partir de 1354, los cuerpos de expedición otomanos dirigidos por su hijo Suleyman Paşa establecieron una base permanente en la península europea de Galípoli, a pesar de las protestas de Cantacuceno y otros. Este último tuvo que abdicar por haber sido el responsable de que los turcos se introdujeran en Europa. Bajo el mandato de su hijo, Murad I (1360-1389), se hicieron las primeras conquistas estables en la Europa sudoriental. Tomó Edirne (Adrianópolis) en 1361, la convirtió en su capital y nombró el primer visir del que sería el Imperio otomano: Kara Halil Paşa, de los Candarli, familia que monopolizó el puesto durante el siglo siguiente. El emperador bizantino se comprometió a pagar tributo regularmente a los otomanos y a enviar contingentes militares para su ejército, debido a que no podían enfrentarse a la presión turca sobre Constantinopla. Fue uno de los sultanes más importantes del Imperio otomano por su triunfal campaña militar en Tracia y los Balcanes, que acompañó con tacto y prudencia, pactando con la Iglesia ortodoxa. También fue el primero en ser nombrado sultán, ya que los anteriores ostentaban el título de emires.
Para defender a Europa de la amenaza otomana, el papa proclamó una bula llamando de un modo formal a la Cruzada hacia 1366, que fue un fracaso en «la ruta de los serbios». Los otomanos siguieron la política islámica tradicional de tolerancia hacia los zimmíes, o «gente del libro», que tenían derecho de protección sobre sus vidas, propiedades y creencias religiosas siempre que aceptasen un gobierno musulmán y pagaran los tributos (cizye) que les eximían del servicio militar. Por ello no se hizo ningún esfuerzo para la conversión en masa de la población. Durante su reinado también se creó el cuerpo de los jenízaros, una pieza clave en el desarrollo posterior del imperio.
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