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La esperada vuelta de la mayor competición de clubes no ha decepcionado. La Champions League ha regresado para hacer disfrutar a nuestros paladares futbolísticos. El frenesí, los nervios de la previa, la piel de gallina con el himno del fútbol europeo, el verde del césped y el gol. Un gol que ha levantado de sus asientos a los aficionados de siete de los ocho clubes que han demostrado que aún nos quedan muchas noches que disfrutar.
Glasgow fue el único escenario donde unos salieron mucho más felices que otros y es que el Celtic no festejó y solo supo recibir golpes de una Juventus que grita al cielo europeo su vuelta al ruedo. Neil Lennon es el gran damnificado de la vuelta de la Champions. Los escoceses no pusieron oposición a la horda italiana que jugó en el emblemático Celtic Park como si de su propio feudo se tratara. Vucinic hundía la nave escocesa que Matri y Marchisio había dejado moribunda. La Vecchia Signora no sufrió e hizo sufrir. Golpeó y evito los golpes. Rugió más allá de las tierras de la Commonwealth.
Mestalla apenas escuchó los susurros de dos equipos que se tomaron muy en serio el respeto al rival. Paris Saint-Germain y Valencia se turnaban tantas ocasiones como fallos incomprensibles. Los franceses se supieron superiores al perforar la portería ché por primera vez y a partir de ahí se sintieron cómodos. Contemplativos, sabedores de que el equipo de enfrente no podría hacer nada. Al Valencia se le venía el cielo encima con el segundo tanto y no podía permitirse el lujo de tener que ir al Parque de los Príncipes sin haber batido a Sirigu. Rami, que sabe bien lo que es la Ligue 1, intervino y marcó un gol que dejaba a Carlo Ancelotti sin respiración. Dominar al rival y dejarlo suelto en el último momento. El Valencia aprovechó y mordió en la yugular de los parisinos. Todavía no habían dicho su última palabra.
En Donest se vivió algo más de igualdad. Shakhtar y Dortmund ponían la primera pieza en lo que se antojaba como el partido más igualado de octavos. En un Donbass Arena vestido de naranja y en el que no cabía absolutamente nadie más de las 50.000 personas que asistieron al encuentro, Srna desenfundó su arco, sacó una flecha y perforó el centro de la diana. Brega, empujones y lucha. Así se define un partido marcado por el frío.Lewnadowski ponía en el marcador la igualdad que se veía sobre el césped. Srna daba clases de cómo se puede dirigir a un equipo desde el lateral derecho, Lucescu sonreía gracias a un desmarque de Douglas y silencio. Cuando parecía que los ucranianos evitaban los ataques alemanes, se les olvidó la ofensiva aérea. Hummels cabeceó e igualó.