Respuestas
Explicación:
Es fácil comprender que “a músculos fuertes co-
rresponden huesos fuertes”, y que esa proporcio-
nalidad debería respetar una cierta interacción
positiva entre la fuerza muscular y la resistencia estruc-
tural del hueso afectado; pero no es fácil probarlo, por
cuatro razones fundamentales:
1. Existen asociaciones alométricas de orden gené-
tico, que relacionan en forma proporcionada las
masas de huesos y músculos en cada individuo,
por encima de cualquier interacción funcional de
tipo mecánico; si bien esa proporción puede variar
un tanto entre unos y otros.
2. Los huesos respetan distintas formas de reaccionar,
específicas del tipo de tejido afectado, de la mane-
ra como se los deforma, y del sitio en que se ejerce
esa deformación.
3. No existe una simetría obligada entre los efectos
óseos de la falta y del exceso de estimulación me-
cánica sobre la estructura ósea.
4. El ambiente endocrino-metabólico interactúa de
distintas formas, tanto con el metabolismo óseo
como con el metabolismo muscular.
La resistencia de los huesos a la fractura responde,
sola y exclusivamente, a dos clases de propiedades de
su estructura: Las propiedades “materiales” y las propie-
dades “geométricas”. Las propiedades “materiales” con-
sisten en la resistencia a la deformación (rigidez) y al
resquebrajamiento (tenacidad) del tejido mineralizado;
y las propiedades “geométricas” están dadas por la dis-
tribución espacial de ese material (diseño arquitectónico
óseo). La influencia que pudiera ejercer cualquier otra
propiedad ósea sobre la resistencia a la fractura es siem-
pre indirecta, ya que sus efectos dependerán siempre de
los cambios que se hubieran producido en esas dos pro-
piedades. Tanto es así, que los “Índices de Resistencia
RELACIÓN MÚSCULO-HUESO.
DE LO EXPERIMENTAL A LA PRÁCTICA DIARIA
Ósea” obtenidos por tomografía computada cuantitati-
va periférica –pQCT– (Bone Strength Indices, BSIs) des-
criptos y utilizados hasta ahora, se calculan en función
del producto entre indicadores de la calidad del material
mineralizado (como su densidad mineral volumétrica)
y de su distribución espacial (como los momentos de
inercia de las secciones diafisarias, en huesos largos).
Completado el desarrollo esquelético, los estímu-
los mecánicos pueden modificar casi exclusivamente la
distribución, y casi nunca la calidad mecánica (rigidez,
tenacidad) del tejido óseo. Esto es así porque las res-
puestas óseas, a nivel de complejidad de tejido, solo pue-
den consistir en cambios en los procesos de formación
de cantidades generalmente pequeñas de hueso nuevo
sobre hueso ya existente, o en la remoción de hueso
preexistente, sea en forma independiente, en distintos
sitios (modelación) o acoplada, en los mismos sitios
(remodelación). Es decir, se tratará siempre de procesos
cuantitativos (aditivos o sustractivos), no cualitativos.
La modelación puede cambiar la forma o el diseño
de un hueso, engrosando o adelgazando cortezas o tra-
béculas. Este proceso es generalmente anabólico, porque
su balance global de masa es generalmente positivo. La
remodelación puede remover cantidades importantes de
tejido, y sustituirlas por otro, de similar o distinta calidad
mecánica, con un balance de masa que puede resultar
neutro (en el mejor caso) o negativo. Cuando su activi-
dad está aumentada (alto turnover), su balance negativo
puede corroer y perforar trabéculas, debilitando la resis-
tencia natural de las tramas a la compresión (soporte de
las cargas articulares); y también puede fragilizar al tejido
cortical (remodelación haversiana) por aumentar su mi-
croporosidad, con grave repercusión sobre la tenacidad
ósea (facilitación de la formación y el progreso de resque-
brajaduras del tejido) y el riesgo de fractura.