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Antes que nada hay que indicar que el ámbar no se trata de una piedra, sino de una resina fosilizada de árboles coníferos (como el Pino), del periodo oligoceno, por ello en ocasiones encontramos dentro de él especímenes completos de insectos o plantas.
El ámbar es quizás la sustancia más antigua usada por los seres humanos para la fabricación de joyería. Se han encontrado joyas de estas que datan del año 8000 A.E.C. (Antes de la Era Común).
Dado a su cálido tacto y al echo de que en ocasiones contiene insectos se creía que poseía vida. En la antigua China consideraban que el ámbar era el espíritu de los tigres que transmutaban en dicha resina al morir. Era adorado por los seguidores de la diosa Madre en tiempos clásicos, pues contenía la esencia misma de la vida.
En la Grecia Clásica se le denominaba “elektron”, ya que al frotarlo contra la lana produce electricidad estática, y de ella deriba la palabra electricidad.
En épocas antiguas, cuando el sexo era considerado algo comun y sagrado, era muy común usar en la magia representaciones de órganos reproductores. El ámbar esculpido en forma de falo era un excelente protector.
En el Renacimiento se decía que aumentaba la bnelleza de las mujeres que lo portaban, haciendo que aumentara su peso, tenemos que tener en cuenta que en esa época se llevaban las mujeres rollizas.
Los brujos y brujas wiccas de la actualidad usan en sus rituales collares de ámbar y azabache. A este tipo de collar se le llama collar de bruja y, aparte de aumentar el poder mágico, se considera que estas dos piedras representan a la Diosa y el Dios, el principio femenino (ámbar) y el masculino (azabache).