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La primera vez que noté este fenómeno fue hace unos años, en la Basílica de San Pedro en Roma: una multitud de personas parados alrededor de la Piedad de Miguel Ángel, tomando fotos con sus cámaras y teléfonos celulares. Luego, la semana pasada, lo volví a ver en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de la ciudad de Nueva York. Al principio, no me preocupé demasiado cuando vi a la gente fotografiando las pinturas. Fue un poco irritante, pero eso fue todo. No me hizo enojar. Entonces la triste verdad me golpeó. La mayoría de las personas tomaban fotografías sin verse a sí mismas. La gente me estaba presionando, no porque intentaran ver mejor el arte, sino porque querían asegurarse de que nadie bloqueara su foto. ¿Era posible que tal vez estuvieran tomando fotos para poder admirar mejor cuando llegaran a casa? Esto era muy improbable. No estaban allí para ver las pinturas, sino para tomar fotos para demostrar que habían estado allí.
Luego se puso peor. Ahora la gente tomaba fotos de sus parejas o amigos que posaban junto o frente a algunas de las pinturas más famosas. Ni los fotógrafos ni la persona a la que fotografiaban habían mirado el arte en sí, aunque vi que a veces leían la etiqueta, para asegurarse de que el artista realmente era famoso. ¡Al menos nadie me pidió que les hiciera una foto juntos, sonriendo delante de un Picasso!
Creo que la fotografía en los museos debería estar prohibida, pero también tengo una solución menos drástica. Creo que las personas que quieran tomar una foto de una exhibición deberían verse obligadas a mirarla primero, al menos durante un minuto.
Espero te ayude :-)