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Las bombas de racimo menoscaban las estrategias militares y políticas al producir bajas previsibles y evitables en la población civil.
La utilidad militar de las bombas de racimo se ve con frecuencia sobrepasada por los costos humanitarios que conlleva su uso, incluida las bajas entre civiles al momento del ataque y mucho tiempo después, así como el impacto social y económico a largo plazo que implican las peligrosas submuniciones no detonadas.
Las bombas de racimo presentan limitaciones e inconvenientes que pueden entorpecer las operaciones militares. En especial, la presencia de fragmentos sin detonar puede poner en peligro la seguridad de las tropas de las propias fuerzas y reducir su movilidad. Informes elaborados tras la Guerra del Golfo, Kosovo, Afganistán e Irak han puesto de relieve el impacto negativo generado por las bombas de racimo tanto sobre las fuerzas aliadas como sobre las fuerzas de paz.
Muchas bombas de racimo en depósito están alcanzando el término de su vida útil y se volverán armas peligrosas en caso de ser utilizadas. Un tiempo de depósito prolongado podría incrementar el número de submuniciones sin estallar dejadas tras el uso de dichas armas.
Explicación:
La revolución en materia de tecnología militar ha significado un avance sin precedentes en los índices de direccionalidad, precisión y fiabilidad de los armamentos. Resulta insostenible insistir en la necesidad de emplear bombas de racimo carentes de direccionalidad, capaces de liberar submuniciones también desprovistas de gobierno y con los consabidos altos índices de fallas, especialmente en zonas habitadas.
Existen hoy tecnologías alternativas para el ataque de material blindado y nuevas modalidades se encuentran en vías de desarrollo. Los avances tecnológicos relacionados con sensores, interruptores y direccionalidad están permitiendo el desarrollo de armamentos capaces de cumplir con los objetivos militares establecidos para las bombas de racimo sin generar grandes cantidades de material bélico sin estallar y sin producir los efectos indiscriminados del impacto de dichas armas sobre extensos territorios.
La evolución de tácticas, técnicas y procedimientos para el empleo de otras armas continúa atenuando las presuntas ventajas militares atribuidas a los ataques con bombas de racimo.
De hallarse disponible, es necesario utilizar armamento de direccionalidad precisa desarrollado de conformidad con el DHI, en lugar de municiones carentes de direccionalidad precisa, a la hora de efectuar ataques contra blancos militares en zonas pobladas.
Reglas específicas sobre bombas de racimo consolidarían los estándares y normas que prohíben los ataques indiscriminados y que obligan a los usuarios de armas a afrontar los efectos posbélicos.
El DHI se encuentra en constante evolución. Es natural que los estados continúen desarrollando y codificando las reglas de los conflictos armados.
Los criterios de los Estados acerca de cómo aplicar el DHI a las bombas de racimo y sus prácticas sobre cómo implementar el DHI con respecto a dichas armas han sido muy inconsistentes. Human Rights Watch ha concluido que las medidas adoptadas por los Estados para implementar el DHI en relación con las bombas de racimo han resultado ineficaces, y que se requiere un nuevo instrumento legal internacional a efecto de garantizar la protección de las poblaciones civiles.
Una solución puramente técnica a la fiabilidad ignora el impacto que producen las bombas de racimo al momento de un ataque cuando se las emplea en ámbitos
Los dispositivos autodestructibles pueden generar en las fuerzas militares la falsa impresión de que es posible utilizar bombas de racimo de manera segura en áreas pobladas, lo que podría dar lugar a nuevas instancias de uso indiscriminado en dichas áreas.
Es improbable que aun las fuerzas militares más avanzadas sean capaces de reducir el índice de falla al punto de contrarrestar los riesgos que conlleva la liberación de cientos, o incluso miles, de submuniciones a la misma vez.
Las bombas de racimo que contengan submuniciones con dispositivos autodestructibles aún pueden dejar atrás un gran número de fragmentos peligrosos sin estallar. Los dispositivos autodestructibles también pueden no funcionar. Incluso con un índice de falla del 1 por ciento, el impacto de un único proyectil en racimo típico generaría cerca de 40 fragmentos de municiones sin estallar semejantes a minas terrestres.
Los índices de falla en condiciones de combate son invariablemente superiores a aquellos establecidos por los estándares de producción aceptados o los regímenes de monitoreo y testeo. Resulta improbable que los altos índices de fiabilidad alcanzados durante las pruebas puedan ser reproducidos en condiciones de batalla, o en ámbitos operativos.
Dicho caso demuestra que los dispositivos autodestructibles no constituyen la solución al problema de las bombas de racimo.