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Las opiniones, los juicios y las informaciones sobre nosotros que proceden de nuestro entorno más inmediato conforman el llamado curriculum social. Estos pensamientos, convertidos en prejuicios, parecen decidir, como una hoja de ruta inalterable, cómo debe ser nuestro comportamiento con los demás en determinados ámbitos y ante diferentes situaciones de nuestra vida personal y profesional. Son las etiquetas sociales.
Inevitablemente, estas etiquetas sociales o estereotipos influyen en nuestra forma de ser y de actuar. Aunque las etiquetas sean positivas, por ejemplo “Elena es muy optimista”, pueden ser contraproducentes porque una etiqueta siempre es limitadora; les damos credibilidad y actuamos conforme a ellas. Pero, ¿cómo influyen las etiquetas sociales en nuestra forma de ser y de actuar?
Las etiquetas pueden ser un obstáculo en nuestras relaciones sociales, impidiéndonos un comportamiento asertivo por miedo al rechazo, a que nuestra forma de actuar no responda a la ´etiqueta´que tenemos.
Einstein decía que era “más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. Así es. Es muy difícil, pero no imposible.
Las etiquetas siempre distorsionan a la persona. Aunque a veces las conductas se ajusten a esa etiqueta, la persona NO es la etiqueta. Y aunque la etiqueta resulte cómoda o positiva, no es conveniente identificarse con ella, porque como se ha dicho son limitadoras y representan un obstáculo.
Cómo deshacernos de las etiquetas sociales
Aunque no es tarea fácil, es posible deshacerte de las etiquetas. Para ello hay tres pasos que deben darse de manera consecutiva.
Toma de conciencia. Lo primero es tomar conciencia de que esa etiqueta está ahí, instalada en nuestro pensamiento.
Aceptación. El siguiente paso es aceptar nuestra responsabilidad sobre esa etiqueta. Aceptar la información que esa etiqueta me aporta.
Acción correctiva. En este tercer paso es conveniente examinar la etiqueta, rebatiendo racionalmente las distorsiones que aporta la etiqueta. Hay que hacerlo de manera realista, a la vez que somos específicos y concretos cuando valoramos nuestros comportamientos y los ajenos.
Seguro que os ayuda verlo a través de un ejemplo: Imaginamos que nuestro amigo Pedro tiene esta etiqueta: “Pedro es un tardón”.
Paso 1. Identificar que Pedro tiene esa etiqueta y que tiene que ver con sus acciones, pero no es él.
Paso 2. Aceptar la etiqueta y ver que viene de sus acciones, aceptando información aporta que sería conveniente utilizar para mejorar.
Paso 3. Rebatir esa etiqueta y aceptar que el hecho que Pedro llegue tarde normalmente no es inamovible, y que cuando le interesa sí que es puntual.
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