Que significacion tiene para el conflito de esta obra que, en el momento de su muerte , Clitemnestra no discuta con su asesino, si no con su hija que permanece fuera de la escena?
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Respuesta:
El prestigio de Clitemnestra es el prestigio del mal. No es cualquier prestigio. No se trata de la reputación de la bruja de los cuentos de hadas a quien nos enseñan a temer desde niños y nos hace sufrir con sus intenciones maléficas. Tampoco es la célebre femme fatale, esa irresistible amante vestida de encajes negros, devoradora de virtudes masculinas. Menos aún, goza de la admiración que produce el horror de la muerte vengada a sangre fría, pues Clitemnestra no es a la mirada antigua la madre sufriente que asesina para reivindicar la memoria de su hija sacrificada. El prestigio de Clitemnestra es el prestigio urdido en una paradoja. Su fama es proporcional al odio que suscita su existencia. A mayor ascendencia de su maldad –infiel, asesina de su marido y embaucadora de su amante a quien hace su cómplice para perpetrar el crimen–, mayor odio será promovido para extinguirla de la historia; y, sin embargo, de este odio, nacerá precisamente su indeleble trascendencia y se expandirá a través de los tiempos y traspasará la frontera del mundo literario al mundo real, en la que cada mujer será portadora de su impronta. Y fue su propia víctima, ya en los infiernos, quien le deparó la magnitud de tal trascendencia:
“¡Y yo que creía que iba a ser bien recibido por mis hijos y esclavos al llegar a casa! Pero ella, al concebir tamaña maldad, se bañó en la infamia y la ha derramado sobre todas las hembras venideras, incluso sobre las que sean de buen obrar.”1
Así, Clitemnestra personificó el peor de los males que puede poseer una mujer en su vida privada, en su mundo íntimo: la desconfianza del hombre. No son pocas las referencias, refranes o dichos pueblerinos que, sin más sustento que el mítico, se han pronunciado en esta línea dialógica, a través de los siglos. Clitemnestra, no es, pues, la representación de la pasión espuria suscitada por el odio o la ira como ha venido asociándosele. Mucho menos se trata de la pasión erótica como también se ha supuesto al vinculársele con Egisto, su joven amante. Es la desconfianza perenne que del mythos se ha vuelto intrínseca a la realidad del ser femenino.
“Por eso ya nunca seas ingenuo con una mujer, ni le reveles todas tus intenciones, las que tú te sepas bien, mas dile una cosa y que la otra permanezca oculta. (…)Te voy a decir otra cosa que has de poner en tu pecho: dirige la nave a tu tierra patria a ocultas y no abiertamente, pues ya no puede haber fe en las mujeres.”2
A mi juicio, es esta desconfianza la que convierte al personaje de Clitemnestra en un ser odioso, repugnante frente a la virtud moral masculina, la phrónesis3, de la que se jactaban poseer sólo los varones, ciudadanos atenienses. Clitemnestra, ciertamente, ya odiaba a su marido antes de proferir éste tales aserciones en el seno del infierno; primero lo odió por la actitud de desdén que en vida mantuvo hacia ella, y el odio es un sentimiento, no una pasión. Los sentimientos de Agamenón hacia Clitemnestra también quedan de manifiesto en este mismo sentido cuando se entera por el adivinador Calcas sobre las causas de la peste que diezma a sus hombres.
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