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En el marco de estas conferencias conmemorativas del cuatricentenario del nacimiento de René Descartes, quisiera aproximarme
al pensamiento de este gran filósofo francés, preguntando qué relación
guarda con el escepticismo. No se trata de una pregunta del todo novedosa,
pero su significación es indiscutible tanto para comprender el sentido
como para discutir el alcance y las limitaciones del proyecto cartesiano
de fundamentación del conocimiento.
Frecuentemente se suele decir que Descartes combate (o pretende
combatir) al escéptico con sus propias armas. Se afirma que con Descartes
la certeza y la verdad absoluta brotan de la radicalización del escepticismo. Aun cuando estas consideraciones tienen presente el resurgimiento de esta corriente en el siglo XVI, me parece que pasan por
alto algunos aspectos y tienden a malentender la compleja relación entre
Descartes y el escepticismo. Con la intención de clarificar -por lo
menos parcialmente- este problema, dedicaré la primera parte de mi
exposición al desarrollo del escepticismo en el siglo XVI, con el objeto
de mostrar el auge de esta corriente en tiempos de Descartes y las
dificultades que formulaba respecto a la justificación del criterio de
verdad. En segundo lugar, quiero insistir en el carácter metódico de
la duda cartesiana, es decir en el valor instrumental que Descartes leasigna y que difiere del sentido que ésta tiene para el escéptico. A
diferencia de la suspensión del juicio ante la imposibilidad de justificar
un criterio d.e verdad, Descartes utiliza los argumentos escépticos (por
ejemplo, ocurrencia de ilusiones sensoriales, el argumento del sueño)
con el fin de establecer un conocimiento firme y seguro. Se trata, en
realidad, de un proceso dubitativo impregnado de una intencionalidad
dogmática, en el cual el ideal de un conocimiento firme y seguro (que
toma como modelo a las matemáticas) se encuentra de antemano orientando el desarrollo de los argumentos dubitativos y asignándoles un
sentido metódico -y por ende provisional-. Dada esta significación
metodológica que tiene la duda para Descartes resulta desorientador
afirmar que Descartes combate al escéptico con sus mismas armas.
Pero además de eso estas expresiones pasan por alto una cuestión fundamental. No discuten la atención que Descartes presta a la figura del
escéptico, sino que la dan por evidente. Finalmente, en relación a este
punto -y apoyándome en diversos textos cartesianos- quiero sugerir
que Descartes está sobre todo preocupado en deslindar su posición frente
a la tradición aristotélico-escolástica en lo que atañe a la naturaleza
de nuestro conocimiento. Ante la afirmación de la primacía de los
sentidos en el proceso de conocimiento, Descartes, recogiendo las dudas
escépticas sobre la fiabilidad de los sentidos, prepara el camino para
exponer su epistemología intelectualista, de acuerdo con la cual el
conocimiento se funda en las operaciones y contenidos originarios de
un sujeto pensante desarraigado de su tradición, de su comunidad y
de su propia corporalidad.
Este empleo metódico de los argumentos escépticos está regido
por el ideal cartesiano de claridad y distinción; pues mientras vivimos
en o a través de la experiencia, concebimos los cuerpos, los primeros
principios, los axiomas y las proposiciones matemáticas de manera
oscura y confusa. Por tanto, para lograr claridad es necesario separarse
de nuestro modo normal de ser en el mundo: desligarnos de esta perspectiva de las cosas, mediada por nuestro cuerpo y sentidos. El interés
central de Descartes por confrontarse con la tradición aristotélico-escolástica y socavar sus cimientos epistemológicos y ontológicos, en
favor de la nueva ciencia físico-matemática -tan acreditada a sus
ojos-, lo conduce a no prestar suficiente atención al desafío escéptico
respecto de la posibilidad de justificar el criterio de verdad, es decir
a no detenerse en la consideración del trilema pirrónico (del cual hablaré