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La identidad nacional. Se trata de la sensación colectiva de pertenencia a un conjunto humano, por lo general identificado con un gentilicio específico o una nacionalidad. En algunos casos este espíritu puede anclarse también a un criterio de razas, credos o cierto tipo de visión de mundo compartida.
La tradición. Se llama así a un conjunto de rituales, visiones de mundo y prácticas lingüísticas y sociales heredadas de generaciones anteriores y que ofrecen una respuesta a la pregunta del sujeto sobre sus propios orígenes.
La religiosidad y el misticismo. Esto refiere a las formas de espiritualidad, de comunión simbólica y de prácticas rituales que, ya sean heredadas o aprendidas, comunican al sujeto con una experiencia de mundo ultraterrena.
La educación. Las colectividades humanas valoran la formación del individuo, tanto académica como la moral y cívica, como aspiración al mejoramiento del hombre, es decir, a la potenciación de sus talentos y sus capacidades, así como la domesticación de sus instintos.
La afectividad. Comprende los vínculos afectivos: de amor o compañerismo, a partir de los cuales forjar la relación de mayor o menor intimidad con los demás. Muchas de estas afectividades forjan, a gran escala, la sensación de comunidad armónica.
La empatía. Ésta se define como la capacidad de sufrir por los demás, es decir, de ponerse en sus zapatos: el respeto, la solidaridad, la compasión y otras virtudes que muchas formas de religión asumen como mandatos divinos, y que fomentan los derechos universales del hombre y las formas de cortesía ciudadana.
La infancia. En épocas anteriores al siglo XX, los niños eran considerados personas pequeñas y se esperaba su integración al aparato productivo. La asunción de la infancia como una etapa de la vida que debe ser cobijada y nutrida es, justamente, un valor cultural.
El patriotismo. El patriotismo representa un alto sentido del deber para con el resto de la sociedad a la que se pertenece y un apego profundo por los valores tradicionales que ésta alberga. Se trata de una forma suprema de lealtad colectiva.
La paz. La armonía como estado ideal de las sociedades es un valor universalmente deseado por los grupos humanos, si bien nuestra historia parece demostrar precisamente lo contrario.
El arte. En tanto exploración existencial de las subjetividades profundas o de las filosofías del hombre, las formas artísticas son valores culturales fomentados y defendidos por las sociedades y preservados de una generación a otra.
La memoria. La memoria colectiva e individual de los sujetos es uno de los valores más arduamente defendidos, tanto bajo la forma del arte como de la historia o del quehacer político en sus distintas facetas. Se trata, a fin de cuentas, de la única manera de trascender a la muerte: ser recordado o recordar lo que sucedió.
El progreso. Uno de los valores culturales más cuestionados en las últimas décadas, pues en su nombre se implementaron doctrinas políticas, económicas y sociales que conllevaron a la desigualdad. Entraña la idea de la acumulación (de saberes, de potencias, de bienes) como una forma de mejoramiento paulatino de las sociedades humanas.
La realización personal. Es un baremo de éxito (profesional, afectivo, etc.) con que la colectividad califica el desempeño singular de sus individuos, permitiéndole distinguir entre los modelos a seguir y los reprobables. El problema está cuando sus formas son injustas o inalcanzables.
La belleza. La correlación formal, la justeza y la singularidad suelen ser los componentes de la belleza, un valor de cambio histórico y que atañe a los discursos estéticos: el arte, la moda, la imagen corporal de los sujetos.
La compañía. Como animales gregarios que somos, los humanos valoramos culturalmente la presencia de los otros, incluso si ésta implica conflictividad. La soledad usualmente está vinculada al sacrificio ascético o a las formas de castigo social, como el ostracismo o la cárcel.
La justicia. La equidad, la sabiduría y la justicia son preceptos cruciales de la formación de las sociedades humanas y piedra angular de la civilización. La creación de una normativa legislativa común se establece sobre una idea colectiva de lo que es justo y lo que no (y así evitar injusticias).
La verdad. La justeza de las ideas y las cosas es llamada la verdad, y es un valor universalmente tenido por las sociedades humanas como principio de negociación entre los individuos.
La libertad. Otro de los valores supremos de la humanidad, cuyo principio es el innegable e innegociable libre albedrío de los individuos, sobre sus cuerpos y sus bienes.
La igualdad. Junto con la libertad y la fraternidad, es uno de los tres valores promulgados durante la Revolución Francesa entre 1789-1799, y establece la misma cantidad de oportunidades para todos los hombres sin distingo de su procedencia, religión o sexo.
La tradición. Se llama así a un conjunto de rituales, visiones de mundo y prácticas lingüísticas y sociales heredadas de generaciones anteriores y que ofrecen una respuesta a la pregunta del sujeto sobre sus propios orígenes.
La religiosidad y el misticismo. Esto refiere a las formas de espiritualidad, de comunión simbólica y de prácticas rituales que, ya sean heredadas o aprendidas, comunican al sujeto con una experiencia de mundo ultraterrena.
La educación. Las colectividades humanas valoran la formación del individuo, tanto académica como la moral y cívica, como aspiración al mejoramiento del hombre, es decir, a la potenciación de sus talentos y sus capacidades, así como la domesticación de sus instintos.
La afectividad. Comprende los vínculos afectivos: de amor o compañerismo, a partir de los cuales forjar la relación de mayor o menor intimidad con los demás. Muchas de estas afectividades forjan, a gran escala, la sensación de comunidad armónica.
La empatía. Ésta se define como la capacidad de sufrir por los demás, es decir, de ponerse en sus zapatos: el respeto, la solidaridad, la compasión y otras virtudes que muchas formas de religión asumen como mandatos divinos, y que fomentan los derechos universales del hombre y las formas de cortesía ciudadana.
La infancia. En épocas anteriores al siglo XX, los niños eran considerados personas pequeñas y se esperaba su integración al aparato productivo. La asunción de la infancia como una etapa de la vida que debe ser cobijada y nutrida es, justamente, un valor cultural.
El patriotismo. El patriotismo representa un alto sentido del deber para con el resto de la sociedad a la que se pertenece y un apego profundo por los valores tradicionales que ésta alberga. Se trata de una forma suprema de lealtad colectiva.
La paz. La armonía como estado ideal de las sociedades es un valor universalmente deseado por los grupos humanos, si bien nuestra historia parece demostrar precisamente lo contrario.
El arte. En tanto exploración existencial de las subjetividades profundas o de las filosofías del hombre, las formas artísticas son valores culturales fomentados y defendidos por las sociedades y preservados de una generación a otra.
La memoria. La memoria colectiva e individual de los sujetos es uno de los valores más arduamente defendidos, tanto bajo la forma del arte como de la historia o del quehacer político en sus distintas facetas. Se trata, a fin de cuentas, de la única manera de trascender a la muerte: ser recordado o recordar lo que sucedió.
El progreso. Uno de los valores culturales más cuestionados en las últimas décadas, pues en su nombre se implementaron doctrinas políticas, económicas y sociales que conllevaron a la desigualdad. Entraña la idea de la acumulación (de saberes, de potencias, de bienes) como una forma de mejoramiento paulatino de las sociedades humanas.
La realización personal. Es un baremo de éxito (profesional, afectivo, etc.) con que la colectividad califica el desempeño singular de sus individuos, permitiéndole distinguir entre los modelos a seguir y los reprobables. El problema está cuando sus formas son injustas o inalcanzables.
La belleza. La correlación formal, la justeza y la singularidad suelen ser los componentes de la belleza, un valor de cambio histórico y que atañe a los discursos estéticos: el arte, la moda, la imagen corporal de los sujetos.
La compañía. Como animales gregarios que somos, los humanos valoramos culturalmente la presencia de los otros, incluso si ésta implica conflictividad. La soledad usualmente está vinculada al sacrificio ascético o a las formas de castigo social, como el ostracismo o la cárcel.
La justicia. La equidad, la sabiduría y la justicia son preceptos cruciales de la formación de las sociedades humanas y piedra angular de la civilización. La creación de una normativa legislativa común se establece sobre una idea colectiva de lo que es justo y lo que no (y así evitar injusticias).
La verdad. La justeza de las ideas y las cosas es llamada la verdad, y es un valor universalmente tenido por las sociedades humanas como principio de negociación entre los individuos.
La libertad. Otro de los valores supremos de la humanidad, cuyo principio es el innegable e innegociable libre albedrío de los individuos, sobre sus cuerpos y sus bienes.
La igualdad. Junto con la libertad y la fraternidad, es uno de los tres valores promulgados durante la Revolución Francesa entre 1789-1799, y establece la misma cantidad de oportunidades para todos los hombres sin distingo de su procedencia, religión o sexo.
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