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Paul Friedlander (nacido en 1951) es un artista de la luz que se formó por primera vez como físico. Friedlander obtuvo una licenciatura en Física y Matemáticas en la Universidad de Sussex y fue instruido por Sir Anthony Leggett, quien más tarde recibió el Premio Nobel por su trabajo sobre la superfluidez. En 1976 se graduó con un B.A. en Bellas Artes en Exeter College of Art, Reino Unido. Friedlander trabajó como diseñador de iluminación y escenografía para producciones teatrales y música de vanguardia antes de dedicarse al arte cinético a los 36 años. Vive y trabaja en Londres, Reino Unido (Reino Unido).
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Paul Friedlander lleva más de dos décadas investigando toda clase de tecnologías y procedimientos con el fin de hacer de la luz una materia maleable y flexible que pueda adquirir cualquier forma y volumen. Las “esculturas cinéticas de luz” de Friedlander son deudoras del trabajo de otros grandes nombres que le han precedido en el arte de la luz o de las estructuras en movimiento, desde László Moholy-Nagy hasta Flavin, o Turrell.
Lo singular sin embargo del trabajo de Friedlander es el haber aprovechado los sistemas informáticos de control de iluminación para resaltar la impresión de incorporeidad y dinamismo de sus esculturas. Aunque obras como “The Wave Equation” o “The Energy Core” no sean estrictamente hologramas, lo que el espectador descubre al situarse frente a ellas son grandes formas incorpóreas en movimiento, suspendidas en mitad del aire, que al girar sobre si mismas dotan a la luz de una tridimensionalidad que no estamos habituados a contemplar en el espacio físico inmediato.
En sus nombres, las esculturas cinéticas de luz de Friedlander suelen hacer referencias a distintos aspectos de la ciencia moderna, desde la física cuántica hasta la teoría de cuerdas. Sin embargo su construcción estética y la recepción de su trabajo por parte de sus espectadores remite inevitablemente a lo espiritual y lo mágico.
Al fin y al cabo, los elementos físicos en los que se sustentan las esculturas de Friedlander quedan ocultos por el misterio de un básico pero impactante efecto óptico.“The Wave Factory”, “The Spinners” o “Dark Matter”, alguna de sus obras más sofisticadas, comparten un mismo principio funcional: una larga cuerda que gira sobre sí misma a gran velocidad accionada por un motor. Al proyectar sobre la cuerda luz en distintas frecuencias, controlada en su intensidad por sensores infrarrojos, la cuerda se transforma en una gran columna iridiscente de luz que cambia de tonalidad y en cuya superficie se suceden distintas texturas.
Como muchos otros creadores que han desarrollado su carrera en la encrucijada entre arte, ciencia y tecnología, Friedlander sitúa su trabajo en un espacio híbrido. Por una parte, sus obras descansan sobre la amplia tradición del arte cinético el siglo XX, que no duda en reivindicar. Pero además, el británico no puede desvincular su trayectoria de la disciplina de la iluminación escénica a gran escala (desde los musicales hasta los macroconciertos de rock), en la que inició su carrera y que ha sido en las últimas décadas un factor decisivo en el desarrollo de la tecnología lumínica. La herencia plástica de una y los procedimientos de la otra han permitido a Friedlander desarrollar un cuerpo de trabajo instantáneamente reconocible.