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Respuesta:
En la Europa Occidental, y tras constatar el gran protagonismo popular
en los desenlaces de las grandes guerras, se consigue llegar a cotas desconocidas hasta entonces de democratización política y, no por casualidad, de
participación social en los beneficios del crecimiento económico. Ello toma la
forma de políticas sociales, surgidas a partir de los inicios del siglo XX y consagradas a partir de 1945 en la forma de Estado de Bienestar. Democratización y
redistribución aparecen entonces conectadas, gracias al mecanismo excepcional
de regulación del orden mercantil que significaron las políticas fiscales, justificado por la voluntad política de garantizar una cierta forma de justicia social con
los más débiles. Ese modelo, en el que coincidían ámbito territorial del Estado,
población sujeta a su soberanía, sistema de producción de masas, mercado de
intercambio económico y reglas que fijaban relaciones de todo tipo, desde una
lógica de participación de la ciudadana en su determinación, fue adquiriendo
dimensiones de modelo canónico y aparentemente indiscutido.
En efecto, estos cambios no han encontrado a los poderes públicos en su
mejor momento. El mercado y el poder económico subyacente se han globalizado, mientras las instituciones políticas, y el poder que de ellas emana, siguen
en buena parte anclados al territorio. Y es en ese territorio donde los problemas
que generan la mundialización económica y los procesos de individualización
se manifiestan diariamente. La fragmentación institucional aumenta, y el Estado
pierde peso hacia arriba (instituciones supraestatales), hacia abajo (procesos de
descentralización, devolution, etc.), y hacia los lados (con un gran incremento
de los partenariados públicos-privados, con gestión privada de servicios públicos, y con presencia cada vez mayor de organizaciones sin ánimo de lucro presentes en el escenario público). Al mismo tiempo, comprobamos como la lógica
jerárquica que ha caracterizado siempre al ejercicio del poder no sirve hoy para
entender los procesos de decisión pública, basados cada vez más en lógicas de
interdependencia, de capacidad de influencia, de poder relacional, y cada vez
menos en estatuto orgánico o en ejercicio de jerarquía formal. Hemos descubierto que el Estado no es ya la representación democrática de un conjunto de
individuos, sino un simple actor más en el escenario social. Un actor más, y no
el más fuerte, en la dinámica del mercado global. Un actor que resulta cada vez
más condicionado y limitado en su capacidad de acción por la creciente colusión
de sus políticas con los intereses privados.
procesos de cambio y transformación social?
Desde nuestro punto de vista, las dimensiones de cambio son varias. La
primera que queremos destacar es el paso de una sociedad de clases a una sociedad con multiplicidad de ejes de desigualdad, que puede dar niveles más altos de riqueza para algunos, pero también nuevos espacios de exclusión social.
Todo ello ha ido obligando a reestructurar los regímenes de protección social,
con cambios en los sistemas públicos de salud y de pensiones (con numerosas
propuestas de retrasar la edad de jubilación); y ha obligado a buscar respuestas
nuevas contra el paro juvenil y el paro de larga duración, creando también políticas de rentas mínimas y servicios sociales y políticas urbanas orientadas hacia la vivienda social y la regeneración de barrios muy afectados y degradados.
Vemos también como se ha ido pasando de una economía industrial-fordista a
una economía cada vez más terciarizada, con procesos de globalización galopantes y, de forma simultánea, revalorizadora del ámbito local. Una economía
muy intensiva en capital y conocimiento, y mucho más flexible en sus aspectos
productivos y laborales. Todo esto ha impactado en el ámbito de las políticas
de empleo, causando procesos de precarización generalizada, y con constantes
cambios en las prestaciones por desempleo, por despido, o en los horarios y la
jornada de trabajo.
Por otro lado, otra dimensión de cambio muy importante se ha ubicado
en la esfera familiar y en las relaciones de género. El predominio de la familia
nuclear, con esquemas rígidos y estables de relación entre los ámbitos doméstico y profesional, sobre la base de relaciones patriarcales de género, ha ido
dejando paso a una pluralidad de nuevas formas de convivencia, con altos
índices de monoparentalidad, y a nuevas lógicas de relación empleo-familia
a partir del cuestionamiento de los roles tradicionales por sexo. Todo ello ha
conllevado la aparición de un espacio político de género. En él, se articulan
políticas con raíces en el modelo de doble salario, programas de igualdad en
el empleo y servicios a las familias (educación infantil, residencias de ancianos, etc.).