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en Sudáfrica, un equipo -formado enteramente por investigadoras- consiguió meterse por las angostas grietas de un profundo sistema de cuevas y salir con una nueva especie humana entre las manos. Se trataba de Homo naledi, un homínido de metro y medio de alto y con un cerebro del tamaño de un chimpancé. Aquel nuevo miembro de la familia humana era una especie de frankenstein evolutivo. En su cuerpo convivían partes primitivas como el tronco y la columna vertebral y otros mucho más modernos como el pulgar oponible, esencial para fabricar herramientas, unos dientes pequeños y similares a los de nuestra especie, y la capacidad de caminar erguido. Parecía inexplicable que todos aquellos fósiles, unos 1.500 en total, hubiesen llegado hasta la cámara subterránea donde fueron hallados, pues la única explicación posible, según sus descubridores, es que alguien hubiese recorrido 80 metros de cueva y los hubiese dejado allí, un comportamiento funerario que se pensaba exclusivo de nuestra especie, los Homo sapiens. Lo más desesperante era que no se pudieron datar los restos, con lo que no se sabía cuándo había sucedido todo aquello.
La datación de los fósiles y los sedimentos de la cueva, publicados hoy en la revista de acceso abierto eLife, aportan una enorme sorpresa, pues tienen entre 230.000 y 335.000 años, muchísimo menos de los dos millones de años que cabía esperar por los rasgos tan arcaicos del naledi. Las fechas implican que este homínido vivió en África al mismo tiempo que los primeros Homo sapiens y otros homínidos mucho más evolucionados, algo que hubiera resultado impensable hace pocos años y que supone una importante cura de humildad para nuestra especie y la versión clásica de la evolución del género Homo, con una progresión de homínidos cada vez con más cerebro hasta culminar en el sapiens, mientras desaparecen las especies menos evolucionadas.
Explicación:
Coronita porfa