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Respuesta:Queremos terminar esta serie de temas bíblicos que te ofrecimos en este mes de la Biblia hablando de algo que a las Discípulas de Jesús nos apasiona: la Lectio Divina. Hemos aprendido este método de leer, estudiar y meditar la Sagrada Escritura desde los inicios de nuestro Instituto. El Padre Pablo y la Madre Isabel, nuestros Fundadores, nos enseñaron a “orar la Palabra” a través de esta experiencia tan hermosa.
Y hoy te la compartimos tal como la recibimos. Esperamos que esta enseñanza sea de mucha bendición para ti, así como ha sido para todas nosotras. Tomamos este tema del libro “Orar la Palabra”, de Enzo Bianchi.
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La Lectio Divina es la manera más auténtica y más apta para leer la Escritura y recibir de ella la gracia. Los rabinos decían que la Palabra era la Presencia de Dios en la creación, presencia que el hombre hacía suya con la lectura, la meditación y la oración. Pues bien, son estos los tres momentos fundamentales de la Lectio Divina.
Este método judaico de asimilar la Palabra ha sido heredado por el cristianismo y es común a todos los Santos Padres de la Iglesia de Oriente y de Occidente.
Guigo el cartujo dice: “Buscad en la lectura y encontraréis en la meditación; insistid en la oración y encontraréis en la contemplación…”
Pasos de la Lectio Divina
La Lectio Divina consta de los siguientes pasos:
1.- La debes iniciar haciendo una invocación al Espíritu Santo con todo el corazón para que Él te revele la Palabra.
2.- Luego haces la lectura con una actitud de escucha. Lees y relees con atención y comparas textos.
3.- Pasas a la meditación, que es necesaria para asimilar lo leído. Aquí es muy importante que uses la memoria, la imaginación y el razonamiento:
Es bueno que memorices textos que te ayuden a profundizar en lo leído.
De lo memorizado escoges textos fuertes que te digan algo al corazón y reflexionas sobre ellos.
Luego escoges frases cortas y las repites con el corazón y con la mente (esto se llama musitar).
Sigues reflexionando sobre ellos para aplicarlos a tu vida. Con la imaginación puedes representar las escenas que leíste, repetir mentalmente esas escenas y algunos textos al mismo tiempo e involucrarte en ellos hasta experimentar un diálogo profundo, un estar con Dios.
4.- Después continúa la oración. Aquí debes dejar que los pensamientos, sentimientos y afectos te ayuden a dirigirte al Señor, tomando como punto de referencia algo de lo que leíste y meditaste. Es un dar respuesta a Dios en lo que te dijo en su Palabra.
5.- Luego sigue la contemplación. A esta llegarás como en una culminación natural de tu oración. Es el momento de estar con Dios, de permanecer a su lado, de disfrutar de su presencia.
6.- Por último, terminas con la acción. De toda esta experiencia es bueno aterrizar en algo concreto que puedas aplicar en tu vida práctica, para que así seas no solo “oidor”, sino sobre todo “hacedor” de la Palabra. Es el consejo del apóstol Santiago: “Poned por obra la Palabra y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla por obra, ese se parece al que contempla su imagen en un espejo… En cambio el que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ése, practicándola, será feliz…” (St 1,22-25).
Explicación: