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La inquietud artística de Violeta Parra era ilimitada. Su incursión en distintas técnicas plásticas lo demuestra. Si bien su trayectoria era eminentemente musical, también desarrolló otras vetas artísticas como arpillería y artesanía en greda y alambre, con las que alcanzó reconocimiento mundial.
Desde niña Violeta Parra ayudaba a su madre en sus labores como costurera. El contacto con materiales como géneros, lanas e hilos de múltiples colores, fue una riquísima fuente de posibilidades expresivas que la autora exploró posteriormente.
A fines de los años 1950 entabló amistad con la ceramista Teresa Vicuña, con quien realizó sus primeras figuras en greda. Sin embargo, el aliciente para su labor sería una de las numerosas enfermedades que padeció. En 1959 contrajo una fuerte hepatitis, lo que la obligó a permanecer en cama cerca de 8 meses, período en el cual descubrió y desarrolló su afición por las arpilleras; estos bordados, plenos de ingenuidad y naturalidad propia de su origen humilde, paulatinamente obtuvieron una valoración de parte de la crítica. Tanto fue así que sus numerosos trabajos le permitieron participar de la primera Feria de Artes Plásticas, auspiciada por la Municipalidad de Santiago y que se realizó en las orillas del río Mapocho, cerca del Museo de Bellas Artes, el mismo año 1959.