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bueno decimos que ya hay olor a carnaval significa que se acerca el carnaval
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Mientras pasan los segundos, cada vez más parsimoniosos, cada barranquillero se prepara. Es, en cierta forma, una fórmula de disimular su angustia carnavalera.
El tendero se aprovisiona de las Aguilas para que se mantegan heladas en el fondo del congelador. Los supermercados se abastecen de todo el ron blanco habido y por haber. Los vendedores ambulantes llenan grandes cajas de maizena y pitos de marimondas.
En las casas, los hombres buscan entre sus cajones el viejo sombrero con pepas de colores que se robaron el año pasado; la peluca deshilvanada que cuidan con esmero cada año; los bluyines más raídos que guardan en el ropero; unas chanclas con miles de kilómetros bailados y la camiseta estrafalaria comprada especial ente para la cita anual de Carnaval.
Las mujeres rescatan de su armario sus faldas con polleras y demás perendengues para adornarse los siguientes cuatro días. Buscan, entre las prendas de su abuela, los aretes más desusados para darles desde mañana una nueva vida. Recuperan del recuerdo los viejos zapatos de charol y taconados.
Los niños arman la grande a sus padres para que les compre la careta de gorila de plástico y caucho que vieron en la Olímpica, mientras guardan por cinco días todo lo que tenga que ver con obligaciones colegiales.
Las amas de casa han preparado, desde hace rato, el sancocho trifásico para el guayabo colectivo del domingo de Carnaval. Las empleadas del servicio ya están en sus pueblos o barrios metidas de lleno en el jolgorio popular.
Los picós en los barrios con comparsa están sonando, pero no tan estridentes como lo harán mañana. En las terrazas de las casas están sentados los congos grandes vestidos de civil , junto a una cerveza refrescante. Ellos también estan guardando energías.
Mientras tanto, a la reina Claudia Dangond le toca correr esta noche al Club Barranquilla para la Comparsa de Casados. De ahí, a cambiarse. En seguida, para el Club Campestre para una fiesta en su honor.
El resto está listo: las carrozas cuidadosamente estacionadas frente al taller de su constructor. Los palcos del Cumbiódromo , probados en su resistencia. Las calles adornadas. Y la gente a la espera de soltar toda la alegría que le cabe por dentro.