¿Qué significa el proceso demográfico en el proceso educativo?​

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Respuesta dada por: agsanchez
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En el caso mexicano, la consolidación del sistema educativo y la mayor expansión de la cobertura escolar coincidieron en tiempo con la etapa de mayor crecimiento demográfico (Mier y Terán y Rabell, 2003).3 El proyecto educativo que se consolidó a mediados del siglo pasado y recibió un gran impulso en las siguientes décadas resultó en una rápida expansión de la oferta educativa por todo el país. Entre 1950 y 1970 el número de alumnos inscritos en el nivel de primaria se incrementó de casi tres millones a 9.1 millones de estudiantes, y la matrícula en secundaria aumentó de casi setenta mil jóvenes a más de un millón (Ornelas, 1998). En ese mismo periodo la población de 6 a 14 años de edad aumentó aceleradamente de cerca de seis millones a alrededor de trece millones (Conapo, 2001: 18). El incremento de la población en edad de cursar la primaria es notable: se duplicó en veinte años. El aumento de la matrícula en dichas décadas fue aún más notorio: se triplicó en el caso de la primaria y creció más de 15 veces entre los estudiantes de secundaria. Esta tendencia creciente de la matrícula total en primaria se mantuvo una década más, hasta los años ochenta; a partir de entonces se estabilizó en alrededor de 14.5 millones de estudiantes (Ornelas, 2001; Prawda y Flores, 2001). Esa desaceleración se explica tanto por la estabilización en el ritmo de crecimiento de la población en edad de cursar la primaria como por la cobertura casi universal que se alcanzó en este nivel educativo. De hecho, a partir de los noventa se observa inclusive una disminución de la matrícula en algunos años (Conapo, 2001).

En el caso de la secundaria se mantiene cierto crecimiento, aunque a un ritmo menor a partir de los años noventa (Prawda y Flores, 2001). Aunque la población en las edades normativas para cursar la secundaria (12 a 14) ya se ha estabilizado, el aumento del número de estudiantes que termina la primaria y se inscribe a secundaria y la expansión de la oferta educativa por todo el país, explican que se mantenga todavía cierta dinámica de crecimiento en la matrícula.

En la actualidad, después de la etapa de expansión acelerada de la matrícula, los logros educativos son más moderados. En la expansión de la secundaria no se ha obtenido un éxito similar al que se logró en la experiencia con la educación primaria. A los rezagos persistentes en la terminación de la primaria (todavía cerca de 10% de los jóvenes no termina la primaria; INEE, 2004) se añaden la elevada deserción de estudiantes durante la secundaria y la baja proporción de jóvenes que logran terminar este ciclo. Según datos del año 2000, a los 14 años de edad casi una cuarta parte de la población ya no asistía a la escuela (Giorguli, 2007: 310). Adicionalmente, más de 30% de los jóvenes entre 20 y 24 años de edad no terminó la secundaria o la primaria (INEE, 2004: 133).

La estructura del sistema educativo y las políticas compensatorias en la materia han disminuido los diferenciales entre regiones (Reimers, 2006). Sin embargo desde sus inicios el sistema educativo mexicano ha priorizado las áreas urbanas y las necesidades de las clases medias (Mier y Terán y Rabell, 2003). Como resultado, pese a los avances en las zonas rurales se ha consolidado un sistema de distribución desigual de la educación con marcadas diferencias entre regiones, entre clases sociales, entre la población indígena y la no indígena, y entre las localidades urbanas y las rurales. Ante la ausencia o la poca efectividad de las políticas compensatorias en educación, a pesar de los avances en los promedios de escolaridad estatales, hasta el año 2000 se mantenía el patrón de desigualdad ya observado durante las tres décadas anteriores.4 Los avances en los indicadores educativos eran más expresión de un progreso “inercial que proactivo frente a la desigualdad” (Martínez Rizzo, 2002: 438).

El escenario de desigualdad en lo educativo se complementa con un panorama de amplios diferenciales en el cambio y en la dinámica demográficos en el interior del país. Aunque prácticamente todos los estados se encuentran en un proceso de disminución de sus tasas de fecundidad y de crecimiento, los ritmos y los tiempos en que ocurren estos procesos varían enormemente entre los estados. Como resultado, en el año 2000 las tasas de dependencia fluctuaban en un rango de menos de 50 para el Distrito Federal hasta más de 70 para Puebla, Guerrero y Oaxaca (Conapo, 2001). Al diferencial que se explica por las variaciones en las tasas de fecundidad se suma el componente de la migración interna e internacional, que influye también en la estructura etaria y en la distribución de la población entre las diferentes entidades y los municipios del país.

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