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Los problemas a los que no se encuentra solución terminan provocando un malestar crónico. Cuando las estrategias para afrontarlos fracasan surgen sentimientos de indefensión y desesperanza, los cuales dificultan la búsqueda de nuevas soluciones.
Es evidente que algunos padres manejan normalmente las diferentes situaciones problemáticas con sus hijos adolescentes, desde pequeñas frustraciones o desavenencias, hasta traumas y conflictos importantes, con bastante eficacia. Otros padres, por contra, se ven desbordados por el más mínimo obstáculo. Así, es importante considerar que una gran parte de los conflictos familiares entre padres e hijos es una conducta ineficaz, en la cual el sujeto es incapaz de resolver ciertos problemas situacionales y sus intentos inadecuados comportan efectos indeseables tales como: ansiedad, depresión o tristeza y la generación de problemas secundarios adicionales.