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Los grandes programas abarcan ya todas las dimensiones de la vida desde
la salud, la educación, cultura…, y parte de los servicios sociales básicos
para la vida humana, además están las grandes estrategias de transporte,
empresariales, diseño, gestión, etc., de forma que podemos comprobar
que en los años 80 se hablaba de “autopistas digitales” refiriéndose a
las bandas de transmisión de Internet y ahora si alguien quiere realizar la
misma búsqueda se encontrará con que aparecen las nuevas “carreteras
inteligentes”. Pero no olvidemos las aplicaciones que son pequeños
programas que los puede desarrollar cualquier persona que se ponga a
ello y que se utilizan para el ocio, pero también para la vida cotidiana.
Actualmente estamos en la fase de implantación del Internet de las cosas,
que se inicia con el término “inteligente”, lo que significa que los sensores y
los chips hacen que los objetos interaccionen con los seres humanos. Una de
las que más relevancia alcanza es la que se refiere a las ciudades inteligentes
(1) (Smart cities) en las que cada ciudadano va a poder disponer de todo
tipo de aplicaciones que le informarán acerca de las rutas de desplazamiento
sin atascos, aplicaciones para llamar a un taxi, cuánto tiempo falta para
que llegue un autobús, aplicaciones de consumo, comercios en la web
con todos sus productos, aplicaciones de ocio donde consultar carteleras,
exposiciones, incluso ver trailers, coger las entradas, etc.
Poco a poco se va ampliando el campo de actuación de las TIC, que ya no
podrá seguir llamándose así en un futuro próximo, ya que nos encontramos
con el Internet de las cosas, sabemos que se está trabajando sobre prendas
de vestir, casas domóticas o prótesis, es decir, ya no quedan prácticamente
resquicios libres de la sociedad predigitalizada y entramos de lleno en la era
de la Sociedad Digitalizada.
En estas condiciones es muy difícil delimitar exhaustivamente las repercusiones
que esta transformación tiene sobre la ciudadanía. Lo impregna todo. Es tan
importante como lo fue en su momento la máquina de vapor o quizá como
la electricidad, pero sin olvidar que, aunque en el mundo desarrollado no se
toma en consideración (se da por defecto y es imprescindible), hay todavía
mucha población que no accede a la misma (2), pero además es un modelo ya
que por otro lado se siguen investigando nuevas aplicaciones eléctricas para
nuevos usos energéticos.
Y llegados a este punto surgen las dudas acerca de si las TICs determinarán
el futuro de la sociedad o serán solamente un instrumente controlado por los
seres humanos y a su servicio. De momento hay un discurso que convendría
reiniciar. Afirma, “las sociedades o las personas que no tengan Internet serán
vulnerables o directamente quedarán excluidas”, pero ¿cuál es el origen de
este discurso? Muchos trabajos e investigaciones con muy buena fe asumen
este principio sin tener en cuenta el origen del mismo, que no es otro que las
empresas privadas que se dedican a las tecnologías y que lo que tratan es de
vender, vender las líneas, vender los aparatos, vender las prendas de llevar
puestas y conectadas y recoger datos de todos y cada uno de nuestros pasos
para seguir vendiendo (3). ¿Qué pasaría con una persona, principalmente
joven, que decidiese contra viento y marea no participar en la escalada TIC?
Cuestión distinta es la brecha de aquellos que, queriendo, no van a poder o
aquellos que ni siquiera van a tener referencias claras del fenómeno.
Generalmente los expertos que estudian este fenómeno, o son fervientes
seguidores de la electrónica, o algunos, un grupo más reducido, detractores
que tratan de poner en evidencia los efectos iatrogénicos de las TIC,
(que sin duda los tienen). Pero la ciudadanía sigue la ruta marcada por el