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Respuesta:
En cierta ocasión escuché a un joven gritarle a su padre:
¡¡¡No te metas en mi vida!!!
Esta frase caló hondamente en mí, tanto que frecuentemente la recuerdo y comento en mis conferencias con padres e hijos.
Si en vez de sacerdote, hubiese optado por ser padre de familia, ¿qué respondería a esa pregunta inquisitiva de mi hijo? Esta podría ser mi respuesta:
¡Hijo, un momento! ¡No soy yo el que me meto en tu vida, tú te has metido en la mía!
Hace muchos años, gracias a Dios, y por el amor que mamá y yo nos tenemos, llegaste a nuestras vidas y ocupaste todo nuestro tiempo. Aún antes de nacer, mamá se sentía mal, no podía comer, todo lo que comía lo devolvía, y tenía que guardar reposo. Yo tuve que repartirme entre las tareas de mi trabajo y las de la casa para ayudarla. Los últimos meses, antes de que llegaras a casa, mamá no dormía y no me dejaba dormir.
Los gastos aumentaron increíblemente, tanto que gran parte de lo nuestro se gastaba en ti: en un buen médico que atendiera a mamá y la ayudara a llevar un embarazo saludable, en medicamentos, en la maternidad, en comprarte todo un guardarropa... Mamá no veía algo de bebé que no lo quisiera para ti: una cuna, un moisés, todo lo que se pudiera, con tal de que tú estuvieras y tuvieras lo mejor posible.
etc hay mas