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Durante esta semana he estado pensando en este tema. Creo que esto es lo que Dios me ha querido enseñar estos últimos días. Dar sin esperar recibir nada a cambio es algo pesado cuando pones la mirada en las cosas de la tierra pero es algo absolutamente precioso cuando sabes que estás obedeciendo los preceptos de Dios. Trae paz, gozo, contentamiento… Ciertamente, mucha razón tenía Pablo al citar las palabras de nuestro Señor:
En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir. Hechos 20:35
Me he dado cuenta del egoísmo y egocentrismo que envuelve nuestras vidas. No solamente que lo envuelve, sino que está entretejido en nuestro ser, en cada poro de nuestro cuerpo, en cada rincón de nuestro corazón. Estamos tan acostumbradas a reclamar “lo nuestro” cuando nos falta que nos olvidamos de edificar a otros o de dar cuando otros lo necesitan. Si partimos de la base de que Dios es Señor de nuestras vidas y que todo lo que poseemos viene de Él, la única dirección que puede tomar nuestra vida es la de la plena disposición de nuestras cosas a los demás.
“Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.” Jn. 1:16
Muy bien, llegados a este punto, ¿qué podría yo dar a otras personas con lo que Dios me ha dado?
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