• Asignatura: Castellano
  • Autor: farukricardo9
  • hace 6 años

quien me puede ayudar a encontra las ideas principales de este texto? porfa Las libertades de hoy no son las mismas de hace 200 años

Para los antiguos griegos y romanos, la libertad era algo esencialmente político: su lugar era la polis. Ella era el sujeto verdaderamente libre, y en ella la libertad se traducía, principalmente, en la tarea de atender colectivamente asuntos relacionados con la soberanía, como deliberar en la plaza pública sobre la guerra y la paz, celebrar alianzas con los extranjeros, votar leyes, pronunciar sentencias, controlar la gestión de los magistrados, hacerlos comparecer delante de todo el pueblo y acusarlos, ya sea para condenarlos o absolverlos. “Al mismo tiempo que los antiguos llamaban libertad a todo esto”, decía Constant, “admitían como compatible con esta libertad colectiva la sujeción completa del individuo a la autoridad del conjunto”.

Por el contrario, para los modernos, herederos optimistas de los ideales de la Revolución francesa, la libertad era algo que se ejercía y se poseía individualmente, y que se traducía principalmente en el derecho de cada individuo “a no estar sometido sino a las leyes, a dar su opinión, a escoger su industria y ejercerla, y a disponer de su propiedad, de abusar de ella incluso, a ir y venir sin requerir permiso y sin dar cuenta de sus motivos o de sus gestiones”.

De modo que antiguos y modernos entendían la libertad de diferentes maneras y también la vivían y la exigían de modos muy diversos.

Pero tanto unos como otros la amaban y luchaban por ella, y ello por la sencilla razón de que lo primero que los seres humanos sentimos y pensamos acerca de la libertad son sus amenazas. Esta siempre nos parece que está o puede caer en peligro. Su realidad cotidiana dista mucho de la feliz existencia en el mundo de las ideas. Siempre ha sido lucha permanente, conquista inacabada, a la vez esquiva, escurridiza pero seductora.

Pero como la historia aún no ha terminado (al contrario de lo anunciado por el hegeliano Francis Fukuyama en 1992, con su libro The End of History and the Last Man), hoy somos testigos de diversos movimientos sociales y políticos, revueltas y protestas, en los que la gente reclama nuevas formas de libertad, no todas ellas coherentes y compatibles entre sí, pero todas ellas legítimas, dignas y respetables.

Fijémonos solo en América Latina. Desde México y Haití hasta Chile, pasando por Centroamérica, Colombia, Venezuela y Ecuador, casi que no hay país que no viva complejas sacudidas sociales y políticas en las que la democracia, que se supone es la guardiana moderna de las libertades, termina siendo percibida como una especie de comodín utilizable y ajustable a cualquier fin, sea democrático o no.

A diferencia de las expectativas de libertad en la Europa posnapoleónica, donde libertad era sinónimo de libertades individuales (pensamiento, expresión, desplazamiento, emprendimiento económico), en la América Latina de hoy la gente quiere que la democracia corresponda a sus expectativas de crecimiento en el nivel de vida, vivienda, educación, diversión, transporte, etc. Como lo dijo el expresidente Lagos en reciente entrevista con relación a Chile: la gente ya no se conforma con una casa digna, exige que esta tenga parqueadero propio.

En Colombia, al igual que en muchos lugares, puede estar sucediendo algo similar: no basta con la extensión de la cobertura educativa o con hacer mejoras mediocres al sistema de transporte masivo –para no mencionar la incertidumbre y el temor con los que la clase media “no sabe” sobre el futuro de sus pensiones.

Por el contrario: la gente sabe, y lo sabe bien, que en un mundo globalizado en el que están viviendo no basta con un título académico de cuestionable calidad. Sus expectativas, que son muchas, se organizan alrededor de la demanda de educación de alta calidad, acompañada de posibilidades de movilidad internacional y muchos otros componentes que saben que están ahí, pero no les están llegando.

Respuestas

Respuesta dada por: abeljerzain99
10

Respuesta:

Pero como la historia aún no ha terminado (al contrario de lo anunciado por el hegeliano Francis Fukuyama en 1992, con su libro The End of History and the Last Man), hoy somos testigos de diversos movimientos sociales y políticos, revueltas y protestas, en los que la gente reclama nuevas formas de libertad, no todas ellas coherentes y compatibles entre sí, pero todas ellas legítimas, dignas y respetables.

Fijémonos solo en América Latina. Desde México y Haití hasta Chile, pasando por Centroamérica, Colombia, Venezuela y Ecuador, casi que no hay país que no viva complejas sacudidas sociales y políticas en las que la democracia, que se supone es la guardiana moderna de las libertades, termina siendo percibida como una especie de comodín utilizable y ajustable a cualquier fin, sea democrático o no.


farukricardo9: Muchas gracias <3
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