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Respuesta:
Explicación:
La frontera es igualmente algo que nos une a la vez que nos separa, sirve para defendernos del «otro», del que está «más allá de», acentuando nuestra inseguridad ante lo desconocido, provocando asimismo la intolerancia, el rechazo a lo que no conocemos, y, por extensión, a la diversidad cultural misma. Diríamos entonces que las fronteras pueden llegar a ser, o quizás lo son, racistas y xenófobas. […]
Tener una frontera nos da seguridad, un conocimiento de lo que está a nuestro lado, elabora una identidad de lo que somos (de donde estamos). Construimos un concepto y valor del «nosotros»; nos conocemos, frente a los que están al otro lado: los «salvajes», los desconocidos, lo inculto, lo terrible, la amenaza contra la pretendida seguridad y tranquilidad de la que disfrutamos. […]
Hablamos de miles de fronteras distintas, pero con un punto común por definición, esto es el límite. […] A consecuencia de guerras, tratados, negociaciones y todo tipo de subterfugios han ido modificándose, no sólo en el plano físico sino también política, cultural y socialmente. Esos hechos han conseguido separar familias enteras, alimentar el odio por el «otro», por el extranjero, aumentar la xenofobia y el racismo, utilizar la lengua como forma excluyente. Existen igualmente fronteras étnicas que no coinciden con las fronteras «reales»; personas de una misma etnia que viven a caballo entre varios países y ocupan las zonas fronterizas de los mismos. […] Muchas regiones de África y de Sudamérica están ocupadas por etnias repartidas por distintos países y separadas por una frontera política, etnias en sí mismas encerradas en un territorio que no les pertenece a pesar de que suelen ser sus más antiguos habitantes. Son fronteras ficticias sobre el papel, en los mapas geopolíticos, pero reales para sus habitantes.