• Asignatura: Castellano
  • Autor: marianaddddddddd
  • hace 6 años

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Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos luceros, que cuando los abro,
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes el hombre que yo amo
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado el oído que en todo su ancho
Graba noche y día, grillos y canarios,
Martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
Y la voz tan tierna de mi bien amado
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado el sonido y el abecedario;
Con el las palabras que pienso y declaro:
Madre, amigo, hermano, y luz alumbrando
La ruta del alma del que estoy amando
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
Con ellos anduve ciudades y charcos,
Playas y desiertos, montañas y llanos,
Y la casa tuya, tu calle y tu patio
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio el corazón que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano,
Cuando miro al bueno tan lejos del malo,
Cuando miro al fondo de tus ojos claros
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto
Asi yo distingo dicha de quebranto,
Los dos materiales que forman mi canto,
Y el canto de ustedes que es mi mismo canto,
Y el canto de todos que es mi propio canto
Gracias a la vida que me ha dado tanto.

Respuestas

Respuesta dada por: okey947
2

Respuesta:

Aquellas cosas que la autora repasa como el sumario de sus tesoros, son aquellas que pasan inadvertidas por nuestro pensamiento o nuestra cultura. Lo que la vida le ha dado, se lo ha dado desde el principio: ojos, oídos, sonidos y palabras, pies (la marcha, el camino), corazón, la risa y el llanto, estos dos últimos "material" de su canto.

Todo este itinerario es el don mismo de la vida desde el nacimiento, es la vida misma, es lo único que "poseemos" y que tiene algún valor. Violeta no ha agradecido por los logros de su carrera. Tampoco ha agradecido por la colección de atributos que la cultura dominante establece para determinar si una vida es exitosa. Ha agradecido, en cambio, el don de percibir, registrar y sentir, el don de vivir.

En el subtexto del tema, agradece a todo aquello que le ha permitido conocer el amor, vivir el amor. Este se vuelve la experiencia por la cual los sentidos adquieren sentido. La voz cantante afirma descubrir el mundo y relacionarse con él a través de aquello que ha recibido. Esa es su bendición: poder sentir al otro, poder acogerlo en su seno.

Se trata al mismo tiempo de un amor concreto, su hombre, su amado, y de un amor universal, que abraza todo lo humano, la vida cotidiana en todas sus formas, los pequeños detalles, la carga de la historia. Por eso, al final del texto, Violeta Parra rompe la ilusión del soliloquio y se dirige a su oyente: un oyente plural, colectivo.

De un "ustedes" se camina hacia un "nosotros", "todos". Todos hechos canto, todos hechos del material de la risa y del llanto. Parece que la identidad de quien habla se diluye en una masa universal, en la memoria ancestral a la que representa en lugar de a sí misma.

La voz, para Violeta, es el punto de encuentro donde toda la gracia coincide y fecunda, es el ritual donde todos se encuentran, con sus penas y alegrías. Ella da gracias por todo lo que le ha permitido esa voz, que hereda a la Tierra en forma de plegaria y de canto.

Al menos para mí, que escribo estas líneas, hay en el fondo de aquellas frases una tristeza que traspasa, como quien pretende recoger agua de un río usando un paño. Aquellas tramas de los hilos, por tupidas que sean, no pueden evitar las gotas que, como llanto, abren canales. Será cuestión de segundos para que aquella agua retenida desaparezca.

Así parece que fue Violeta, como agua de un río eterno retenida artificialmente en estas pieles porosas de lo humano, pero que, inasible, halló su camino para volver al cauce infinito de la memoria ancestral, integrada a nuestro cielo de inspiraciones vitales.

Quizá Violeta preparaba su despedida, repasaba el inventario de lo vivido, sacaba sus cuentas. Quizá pensaba que le faltaba encontrar algo o, quizá, que ya lo había vivido todo, que todo lo que la vida le podía dar, ya se lo había dado.

El debate podría tornarse discusión bizantina. Ciertamente, en el arte siempre hay un rastro de la vida del artista, pero también mucho de invención. ¿Hablaría de sí misma? ¿Hablaría en nombre de otro al que prestó sus palabras y su voz, como si apenas recibiera el dictado de un ente exterior a ella? ¿Sería acaso una despedida?

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