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La escritura, en la perspectiva que presentamos, es la elaboración/composición de un texto con un propósito determinado y para una audiencia específica. Esto determina una escogencia de estilos de expresión, sobre los cuales se desarrollan los textos (Bruer, Escuelas, 1995; Scott, Learning to Write, 1999; Cuervo y Flórez, Aprender y enseñar a escribir, 1998). Los procesos involucrados en la resolución de las tareas de escritura, al igual que los de lectura, no siguen una serie de pasos específicos ni técnicas; más bien, contienen una serie de subprocesos necesarios para llegar a alcanzar un objetivo final. En este sentido, es también un problema mal definido. Recuérdese que un problema mal definido no quiere decir que sea mal estructurado, sino que las vías para su solución no están establecidas en una serie de pasos específicos que se deben seguir, y está más sujeto a estilos personales de trabajo y a estrategias creativas de solución en cada momento de la elaboración del texto (Bruer, op. cit., 1995). Las investigadoras C. Cuervo y R. Flórez (La escritura como proceso, 1992) aclaran que la escritura es también una habilidad compleja, con múltiples exigencias simultáneas (coordinación de contenidos, generación de ideas, audiencia, recursos estilísticos, sintaxis, etc.) en una serie de procesos de planeación, transcripción, revisión y edición, que no siguen un orden fijo, sino que van y vuelven entre ellos antes de lograr versiones finales de los escritos.
El estudio contemporáneo de la escritura ha llegado a un consenso sobre la función de tres elementos en el proceso de elaboración de un texto escrito: la memoria de trabajo del escritor 6, la memoria a largo plazo del escritor 7 y el entorno de la tarea de escritura que realiza 8 (Bruer, op. cit., 1995). La memoria de trabajo del escritor 9 es el mecanismo que se usa para planificar (es decir, generar los objetivos del texto y obtener una organización del mismo, consecuente con estos), traducir/transcribir (es decir, "poner en palabras" los objetivos y la organización del texto), revisar y editar (evaluación y repaso de todo el proceso de traducción). Para poder realizar estos procesos, la memoria de trabajo hace uso momentáneo de los recursos disponibles en la memoria a largo plazo: el conocimiento del tema, de la audiencia y de la forma de los planes de escritura. Así mismo, la memoria de trabajo también opera con la información del entorno de la tarea, como el uso de medios retóricos apropiados en cada situación 10.
El proceso general de escritura está compuesto por tres subprocesos que no siguen un orden estricto, y que más parecen ir y venir según la fijación de la atención en cada aspecto por parte del escritor. Cuervo y Flórez (La escritura como proceso, 1992; La escritura como práctica comunicativa adulta, 1993) describen en detalle las fases de dicho proceso, como se expone a continuación.
Explicación:Es indudable que la escritura se convierte así en una actividad de alto grado de complejidad, que en muchas ocasiones solo observamos en personas expertas en la escritura de textos. La escritura no es una tarea que se pueda definir como una serie de pasos fijos, sino como una combinación simultánea de varias estrategias y recursos, de acuerdo con el "momento" de la redacción. El escritor realiza un proceso dinámico: se mueve rápidamente entre el marco general y los detalles retóricos de la exposición escrita de sus ideas (Bruer, op. cit., 1995; Cuervo y Flórez, La escritura como proceso, 1992).
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